• Y Rajoy parece un comercial de gira para obtener inversiones. Y vende en Iberoamérica un liberalismo falso que no practica en casa. 
  • Para el presidente del Gobierno español todo estriba en el crecimiento del PIB español, no en la distribución de la propiedad, aún antes que de la riqueza, creada con ese PIB.
  • Y lo más importante: ni SM el rey Felipe ni Rajoy hablan de los valores hispanos. Sencillamente, porque no creen en ellos.
  • Por eso Hispanoamérica se aleja de España.
  • Dilma Rousseff y Cristina de Kirchner dinamitan la Cumbre.
  • Y ni mención a Filipinas. La nación hispana de Asia, asolada por un tifón.

La XXIV Cumbre Iberoamericana de naciones empezó mal. La verdad es que la vigésima cuarta Cumbre se parece cada vez más a la vigésimo tercera y así, hacia atrás. Lo que comenzó siendo un camino hacia una unidad supranacional hispanomericana ha acabado por ser un mercado donde se intercambian posibles contratos. Y lo malo es que empezar un país por un mercado supone la mejor forma de ni hacer país ni hacer mercado.

El rey de España, Felipe VI, quiso marcar la Cumbre con una falsa humildad española que no es más que soberbia oculta. Aseguró el Monarca que "España desea contribuir a la gran comunidad iberoamericana de naciones". Majestad: España ni contribuye ni colabora con las naciones iberoamericanas. España creó esa comunidad de naciones, España creó Iberoamérica. Basta ya de falsa humildad y de pedir perdón por lo que debería ser un orgullo. Con sombras, claro, como todas las expansiones hechas por hombres. Pero su medio antecesora, la Reina Isabel I de Castilla, marcó las bases para lo que fue, antes que ninguna otra cosa, una evangelización de América y de otros territorios de ultramar: cristianizar a los indígenas, lo que implicaba tratar a esos indígenas (Codicilo de Isabel la Católica) como hijos de Dios. España conquistaba para elevar lo conquistado a civilización cristiana, no para expoliar al indio. Por eso existe la raza hispana y no existe la raza anglo-norteamericana, o la raza franco-magrebí. Sólo España y, en menor medida, Portugal, acabaron en mestizaje, lo que no ocurrió con la colonización protestante –y también -¡Ay!- la de la católica Francia, que acabaron en genocidio y sustitución de una raza por otra.

De Su Majestad el Rey Felipe VI pasamos al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. El hombre de Moncloa vendió una economía pendiente del "déficit público, la deuda pública… una economía liberal y flexible". Sobre todo, vendió, como un comercial cualquiera, el crecimiento del PIB español (2% en 2015). Ahora bien, Rajoy ha semicontrolado el déficit pero ha disparado la deuda pública. Además, su política no es liberal, porque si el liberalismo no se preocupa de la distribución, no ya de la riqueza, sino de la propiedad privada (No queremos proletarios, queremos propietarios) se queda en triste capitalismo. Además, ¿cómo puede calificarse de liberal el hombre que ha promulgado la mayor subida de impuestos relativa que se conoce desde la puesta en marcha del actual sistema de IRPF

Conclusión: ni Felipe VI y Mariano Rajoy creen en los valores hispanos. Por eso, Hispanoamérica se aleja de España.

Por cierto, ni una palabra sobre Filipinas, el país "hispanoasiático" donde aún queda la huella de la evangelización española. El escritor Juan Manuel de Prada, autor de "Morir bajo tu cielo", narra la experiencia de los últimos de Filipinas, cuando España perdió ese país para dejarlo en algo mucho peor que la dominación española: como colonia de la potencia emergente, los Estados Unidos de América.

Pues bien, en la Cumbre ni una mención a Filipinas, cuando España debería volcarse con una nación asolada por un tifón.

El libro de De Prada (en la imagen) cobra ahora una actualidad inquietante con la vigésimo cuarta cumbre iberoamericana: cuenta el escritor que los filipinos, algunos, apoyaron a USA, no porque no les gustara el Rey de España: lo que no les gustaba era la decadencia española bajo el imperio de la ilistración, es decir, de la masonería, un proceso poco luminoso, que no pretendía luchar contra la pobreza sino por el elitismo (los ilustrados resucitaron el esclavismo de la Edad antigua) sino acabar con el cristianismo, negando el chestertoniano principio de que no puede haber oposición entre fe y razón por la doble razón que la razón es una cuestión de fe y de que nada hay más racional que la fe cristiana.

Y entonces pasa lo que pasa: la brasileña Dilma Rousseff no quiere saber nada del ideal iberoamericano porque no se siente parte de un ideal castrado, en Madrid no en América. Y la argentina Cristiana Fernández se pone a la cabeza, no de la antihispanidad sino del antiespañolismo. Como los filipinos de comienzos del siglo XIX, nadie puede ilusionarse con el remedo de ideal hispano que venden el Rey de España y el presidente del Gobierno. Y en paralelo, el peligroso majadero venezolano Nicolás Maduro, hace de la lucha contra España su nuevo ideal populista.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com