Al presidente de E.ON, Doctor Wulf Bernotat, le parece que Endesa vale 35 euros por acción, más la subida que tendrá que hacer en sobre cerrado en el caso de que haya pugna. Hace una semana, el señor Bernotat pensaba que Endesa valía 25 euros, pero es que la compañía ha caminado mucho en 7 días.

El señor José Manuel Entrecanales les dice a los analistas que no ha comprado caro al pagar 32 euros, dado que la acción de Endesa vale 49 o 50. La primera pregunta es: si los vale, ¿por qué no los paga? Un error táctico, además, por cuanto ahora Entrecanales, que tenía financiación acordada para comprar un 20% a 32, tendría que superar la oferta alemana de 35.

¿Cuánto vale algo? Lo que la gente esté dispuesta pagar por ello. Una frase brillante y enjundiosa, que no deja de resultar una memez enorme. Una memez en la que se basa todo el sistema económico actual, en el que el tejido industrial prisionero de los mercados financieros y a estos les importa poco el tejido industrial: sólo la especulación y el corto plazo. Y lo que es poder: también el ahorro privado mundial e incluso, cada vez más, las pensiones de jubilación, dependen de ese devorador de fondos que son los mercados y que, esta es la tragedia, han crecido tanto que cada vez tienen menos empresa en las que invertir, con lo que la burbuja especulativa no deja de crecer. La famosa frase, vivimos en un océano de liquidez es la que mejor resume la economía mundial desde hace ya un cuarto de siglo. El gran problema de la superproducción de bienes se une ahora el problema la superproducción de dinero, la burbuja más peligrosa de todas. El peligro del estallido, por tanto, siempre está ahí.

En cualquier caso, el follón eléctrico vuelve a poner en berlina a todos los pedantes por ejemplo a los principales intermediarios bursátiles- empeñados en convertir el análisis financiero en una ciencia exacta. La verdad es que las bolsas no se guían ni por postulados ni por argumentos, sino por intereses particulares y por la ley del más fuerte. Endesa, Iberdrola o Fenosa valen lo que alguien quiera pagar por ellas. O sea, todo muy científico. A partir de ahí, pedir seriedad al entorno incluido el periodismo económico, que tanto preocupa a los poderosos del dinero- e incluso a los reguladores es una especie de mofa difícil de aceptar.

Eulogio López