Antes de nada quiero que sepan todos-ustedes-vosotros que escribo con el corazón transido por la emoción, tras leer el artículo de la revista Hermanos Hospitalarios, órgano oficial de los Hermanos de San Juan de Dios, insigne orden de religiosos, conocida en Madrid, sólo un ejemplo, por el famoso hospital de San Rafael.

El artículo en cuestión lleva por título : Mujer, ¿nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno. Una frase de Cristo realmente hermosa, fiel reflejo de su corazón misericordioso. Lo único que me asombra es la facilidad con la que, en tantas ocasiones, la susodicha cita se queda a mitad de camino. Si no recuerdo mal, falta aquello de vete y desde ahora no peques más. Sin duda se trata de un lapsus, pero podría tener su importancia.

No quisiera ser como algunos críticos pedantes, dedicados a desvelarles el final de la peli, pero creo que es necesario : lo que quiero decirles es que la Orden hospitalaria de los hermanos de San Juan de Dios, han empleado ocho páginas para justificar que en sus hospitales, sí, en los suyos, se administre la píldora del día después. Sí, lo han entendió bien. (Núm 269, por si alguien quiere consultarlo, o www.hsjd.es. Y si quiere acceder directamente al artículo pinche aquí. Recomendamos que lo guarden en su ordenador antes de abrirlo).

Los muy hospitalarios hermanos nos hablan de una relectura de la Guía en clave de hospitalidad. Hablamos de la Guía para las decisiones clínicas de anticoncepción de emergencia (la emergencia por no quedarse embarazada, naturalmente, que aquí no estamos hablando de enfermedades), y es sabido que las relecturas son más peligrosas que una piraña en un bidé.

A ver, muchachos, la primera en la frente. El Comité, después de largos y reposados debates, se posiciona en línea con las conclusiones científicas más fundamentadas, que defienden que la píldora del día después no es abortiva sino anticonceptiva.

No sé a qué fundamentados estudios científicos se refiere, pero estoy seguro que en el top-ten del prestigio científico en la materia que nos ocupa se encuentra Alberto Ruiz-Gallardón, que reparte píldoras postcoitales en los centros sanitarios municipales sin condenar a nadie y con mucho pluralismo y abundamiento de tolerancia. Pues bueno es él. Porque claro, hospitalario hermano, resulta que la postcoital, al igual que cualquier anticonceptivo de cuantos pululan hoy por el mercado sólo puede matar en el caso de que se haya producido concepción. Es decir, que es tan abortiva como cualquiera, porque actúa antes de, pero si falla actúa después de.

Podría creerse que el muy hospitalario hermano había metido la gamba en un desliz (eso que ocurre antes de tomar la píldora postcoital). Pero no. Perseverante en el error, nuestro hermano nos explica que las precitadas conclusiones científicas no se contraponen a la Doctrina de la Iglesia sobre el respeto a la vida desde su concepción. Pues sí, pues sí se contraponen. La píldora postcoital ha sido prohibida por la Iglesia, y si no que se lo pregunten al obispado argentino o mexicano, respaldado por la Santa Sede.

Planteados lo que en lenguaje forense calificaríamos como fundamentos de derechos, y de forma un tanto oblicua, por no decir errónea, nuestro hermano pasa a la sustancia de los hechos. ¿Qué es lo que angustia su corazón y, de paso, embota su entendimiento? Muy sencillo : las cuestiones que plantean los profesionales de la salud que tienen servicio de urgencia en los que solicitan la píldora del día después y desean ser fieles a los valores de la orden.

Para responder a esa pregunta, el hospitalario considera imprescindible contar con la realidad en la que vivimos y en la que la orden debe cumplir su misión de anunciar y hacer presente el Evangelio de Jesús. Una sociedad pluralista en la que muchas personas no aceptan o no orientan su vida, concretamente su vida afectiva y sexual, según los principios de la moral católica. Por ejemplo, si, considerando que muchas viven sin atenerse a la moral católica, lo lógico es que los hospitales hospitalarios ofrezcan narcóticos a quien así lo solicite, especialmente si viene por urgencias. Lo otro sería un atentado contra el pluralismo, no sé si me siguen. Y todo esto, bajo una solemne declaración: He afirmado, y sostengo, que la Guía está en línea de fidelidad a la Iglesia. No es que sea fiel, pero está en línea, sólo que en línea curva.

A partir de ahí, el artículo empieza a entrar en zona majadera, aunque todavía no borracha: Ante estos dilemas, deseamos responder con los mismos criterios de Jesús y con los mismos sentimientos y gustos de Juan de Dios, en vez de retirarnos cómodamente: la vida de la persona nos urge. La de la peticionaria, se entiende, no la del niño que probablemente lleve en sus entrañas. Es lo que pasa con la misericordia: da para la jovencita que vemos, no para el niño al que no vemos.

A partir de aquí, el artículo entra ya en la fase de cantos regionales, desafío a la autoridad e insultos al clero : Recuerdo otra razón que da la Guía para acceder a la dispensación de la píldora del día después: el principio ético del mal menor. Sería lícito poner a la adolescente o la mujer adulta ante la tesitura de abortar ante nuestra negativa de responder a la demanda de la píldora de día después. Con esta frase nos aproximamos ya al delirium tremens, que se nos aparece claramente cuando llega la escenificación final del artículo, cuando nuestro hospitalario escenifica lo que respondería en el caso de que, encontrándose en su consulta, apareciera una adolescente reclamando la pildorilla. Ahí va. Comprendo su situación y la decisión que ha tomado. Personalmente, dados mis principios éticos, no puedo responder a su petición. Por eso le invito a entrevistarse con un compañero que pueda satisfacerla (se refiere ala píldora, malpensados), o le indico que en tal dirección hay un centro de salud (los de Gallardón, como creo haber dicho antes) donde la atenderán perfectamente. A mi me ocurre lo mismo siempre que alguien me pide que asesine a un enemigo : Mire contesto con cristiana misericordia- dados mis principios éticos, no puedo responder a su petición, Ahora bien, conozco a un tipo, profesional de toda garantía, que le hará el trabajito por un módico precio, vamos, que le atenderá perfectamente.

¡Hay que joerse con los misericordiosos!

Que sí, que no se equivocan ustedes: que los hospitales de San Juan de Dios reparten píldoras postcoitales a las adolescentes impúdicas que acuden a sus consultas después de una noche loca. Pero tengan ustedes en cuenta algo : lo hacen llevados por la misericordia: Do you understand? Para mí que alguien debería decirles algo, antes de que los muy hospitalarios hermanos contraten a los científicos de la clínica abortista Dator o al doctor Montes, el del hospital de Leganés, otro ser misericordioso que no soportaba ver sufrir a sus semejantes por los que eles catapultaba inconscientes hacia un mundo mejor. Lo mismo se nos hace hospitalario : el padre Montes, a su servicio.

Claro que a lo mejor esta chifladura tiene una explicación más sencilla: el autor de la Guía Hospitalaria y el hospitalario autor del artículo glosado nos son hermanos hospitalarios, sino alcohólicos anónimos disfrazados de frailes. De todas las explicaciones, es la que más me gusta.

Eulogio López