Aunque no he hecho la mili, uno es hombre disciplinado. Por eso, todas las mañanas, recién salido el sol, escucho a Iñaki Gabilondo, Cadena SER. Él me proporciona las pautas a seguir durante el día, la correcta interpretación de los hechos acaecidos y la actitud correcta ante la jornada que comienza. Sin él, estaría desamparado. Es mi predicador favorito, y de hecho suelo referirme a él, con noble respeto y unción filial, como Fray Iñaki de Campazas.

Y este es mi duelo del día, que durante la homilía de la mañana del lunes no he logrado alcanzar todo su sin duda profundo significado. Fray Iñaki, con su profundidad y sutileza habituales, nos ha contado que el hecho de que ETA haya colocado 4 bombas en otras tantas empresas de Guipúzcoa, 24 horas después de que el Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, anunciara que iba a negociar con la banda, puede interpretarse de muy distintas formas.

Y he aquí mi sorpresa: que, a pesar de las sin duda brillantes disquisiciones de Fray Iñaki de Campazas, servidor no entiende más que una forma: ETA responde a la mano tendida del talante zapateril con cuatro bombas -por cierto, sin aviso previo alguno, intentando parecerse cada día más a los fundamentalistas islámicos-, dirigidas a los empresarios que se resisten a su extorsión. Algo así como recordar: ¡Ojo! quede claro que podemos matar si nos sale de las narices. Mr. Bean, no vayas a creer que negocias la rendición: ¡negociaremos de igual a igual!

De hecho horas antes de la explosión, Arnaldo Otegi, un hombre a quien sólo Fray Iñaki ha conseguido encontrar medianamente simpático, advirtió que la postura de Mr Bean no estaba mal, pero se quedaba corta. Así, exigió la liberación de presos, la supresión de la ley de partidos, la rehabilitación de Batasuna y, ya de paso, la supresión de las detenciones. Todo eso como paso previo para sentarse a negociar con el neofascista Gobierno español. No pidió las bodegas de Vega Sicilia para los ardorosos luchadores vascos y la Liga para el Athletic, porque siempre hay que tener una baza negociadora, es decir, alguna reclamación extra para cunado llegue el momento.

A todo esto, Fray Iñaki me insiste en el sutilísimo distingo de Zapatero: no hay que pagar un precio político por la paz, pero la política debe servir para conseguir la paz. Esto, supongo, es definitivo, pero uno, de espíritu primario, se siente incapaz de aprehender la recontraenjundia de la frase. Supongo que lo que quiere decir es que la paz lo merece todo. Por ejemplo, merece liberar a los presos, no detener a nadie (salvo a los neofascistas españoles), legalizar a todas las fuerzas batasunas, no detener a los extorsionadores, conceder la independencia a Euskadi y nombrar a Otegi presidente del País Vasco renacido. Y que el Athletic gane la Liga... gane naturalmente. O sea, ningún precio político. Es lo que Zapatero calificaría como ponerse en el lugar del otro, aunque creo que no estaba pensando en las víctimas.

No está nada mal. Si la memoria no me falla, la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, nos aclaró que cuando el Presidente, habla de diálogo con ETA, una medida que -como todos ustedes saben- reclama un gran coraje político, quiere decir negociar cuándo y dónde entregan las armas. Y así, entre las palabras de Mr. Bean y las de su número dos, median los sermones de Fray Iñaki de Campazas, el único capaz de explicarnos el galimatías.

En mi modesta opinión, la protección del mundo mediático oficial, así como del muy honorable señor Polanco, no es necesario. A los políticos les conviene aprender de sus errores. Y, por lo general, el único criterio pedagógico posible con ellos es el de mi abuela. La letra con sangre entra. Verbigracia: los nacionalitas, moderados o no, le han tomado el tupé al señor Zapatero, y la humildad de ETA ha explosionado en las proximidades de San Sebastián.

Porque es muy probable que, al final, haya que negociar con ETA. El momento de hacerlo será, precisamente, cuando estén tan contra las cuerdas, que para entregar las armas se contenten con poder vivir en paz. Por eso, no sé yo si es muy conveniente darlo todo antes de sentarse a la mesa. Más que nada porque, si yo fuera un etarra, terminaría por preguntarme: Si ya me han dado lo que buscaba, ¿qué gano negociando?

Pero, si huyeren, aclaraciones ulteriores no puedo proporcionárselas. Consulten con Fray Iñaki. Mejor, escúchese en la Basílica de Santa Cadena SER.

Eulogio López