La cuaresma debe seguir teniendo su aquél porque hoy, al menos en el templo al que he acudido muy de mañana, en Madrid, el público asistente se había cuadriplicado para acudir a la imposición de la ceniza.

Lo cual tiene su aquél, porque con el ayuno cuaresmal ocurre algo parecido a con lo del infierno: no se habla de ello en las iglesias aunque es dogma de fe. He visto a pocos sacerdotes hablar de las exigencias cuaresmales que conllevan abstinencia de carne el miércoles de ceniza y los viernes de cuaresma y, además, ayuno el miércoles de ceniza y el Viernes Santo. ¿Qué se entiende por ayuno?: pues en aquellos países como España, donde la comida fuerte es la del mediodía, basta con desayunar algo menos que lo normal, comer normal y cenar algo menos de lo normal. A partir de ahí, pista libre. Determinados movimientos han puesto de moda el ayuno severo, a pan y agua, propio de determinadas órdenes, durante todo el día.

Por seguir un régimen, los hay y las hay que se someten a torturas mucho mayores para conservar la línea, que es objetivo menos noble que el ayuno cuaresmal, que no busca otra cosa que el arrepentimiento de los pecados. Algo muy necesario en los tiempos que corren, marcados por la frase de Pablo VI: El pecado del siglo XX es la pérdida del sentido de pecado.

En cualquier caso, les animo a ayunar, poco o mucho, basta con algo. Les aseguro grandes emociones. Cuando el estómago duerme, el corazón despierta.

Eulogio López

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