Una laicidad que no ignora el hecho religioso. Así se ha expresado un diputado del PSOE para que se retiren los crucifijos de las escuelas.

Está muy bien esto de que la laicidad gubernamental y parlamentaria respete el hecho religioso, en un país donde casi el 85% de sus ciudadanos aseguran creer en Dios (José Bono incluido). Ya no me parece tan lógico que se pretendan retirar los crucifijos, es decir, el símbolo cristiano por antonomasia, cuando un 80% de los españoles se confiesan cristianos.

No merece la pena perder el tiempo en discusiones sobre el laicismo. Es un asunto que me aburre mucho. Simplemente, recordar que los cristianos no somos los que creemos en Cristo sino los que amamos a Cristo, el Dios-Hombre ante el que nadie queda indiferente. El cristófobo ha descubierto, de repente, que la mera visión del crucifijo le ofende muchísimo y necesita quitarlo, apoyado en el Boletín Oficial del Estado, naturalmente, por los tribunales y por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que es lo que los progres entienden como Estado de Derecho. Lo que quiero decir es que muchas de estas tolerantes personas de la laicidad no son más que anti creyentes, que no son ateos, sino gente que odia a Cristo.

Es más, estos chicos son tan tolerantes que incluso nos permiten a los creyentes ser creyentes en nuestra vida privada. Hoy mismo he leído otro pliego con esta tesis: hombres y mujeres libres que viven su religión en el interior de su conciencia.

Tanta tolerancia me abruma. Una cosita: ¿cómo puede alguien impedirme que crea en Cristo, en Alá, en Buda o en el Consejo General del Poder Judicial? Hombre no, lo que los creyentes exigimos es que no nos marginen por nuestra condición, lo que pedimos no es libertad de pensamiento ni esa libertad de pensamiento que algunos llaman libertad religiosa. Lo que pedimos es libertad de culto, que no pertenece a la libertad de pensamiento sino a la libertad de expresión. No una libertad interior sino exterior. Por ejemplo, tengo derecho a salir en procesión por la vía pública, a exhibir un crucifijo si así me peta y a santiguarme en la calle cuantas veces crea necesario y a no ser ofendido, insultado o marginado por ello. La libertad religiosa nadie tiene que otorgármela, la libertad de culto sí.

Por cierto, el objetivo no es retirar los crucifijos de las escuelas públicas, sino de todas las escuelas. Esto nos retrotrae a dos asuntos:

1. La necesidad de evitar que el colegio concertado se convierta en colegio domesticado. La subvención del Estado a la religión cristiana es de justicia pero es peligrosa. Preferiría que no la subvencionaran. Por lo mismo, el 0,7% de IRPF para la Iglesia y otros fines sociales es de justicia, pero casi preferiría que no lo hiciera. Me quedo con una Iglesia pobre pero libre. Porque con la subvención sigue siendo pobre y no es libre.

2. El mayor peligro no es la utilización por parte del Gobierno, en este caso por el cristófobo ZP, de las instituciones públicas contra la Iglesia. No, el peligro está en el sometimiento de personas e instituciones privadas. Lo del niño gordo de Galicia, por ejemplo. El totalitarismo democrático de la progresía zapatista radica justamente ahí. 

¿Que por qué se odia a Cristo y a su Iglesia y no a cualquier otro Dios o institución religiosa? Pues porque son el único Dios y la única Iglesia verdaderos. Y no importa de qué planeta seas: eso duele.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com