Sr. Director: 
2009 acabó, quizá demasiado centrado en la crisis económica, nublando otra crisis aún más aguda: la devaluación de la vida humana, mediante la promulgación de leyes regresivas del aborto y moral sexual en pro del libertinaje, parejas a la guerra al crucifijo, ese emblema de la paz por antonomasia.

 

Y el mundo sigue: bodas, nacimientos, defunciones, guerras y paces, nuevos personajes del año se suceden, éxitos y proyectos fallidos van de la mano, el culto pagano a la madre tierra regresa. Pero nada hay que aliente tanto el pesimismo como fracasar en nuestra autosuficiencia, y a la vez, sentirnos huérfanos sin serlo. Alguien dijo que orar es dejar que Dios entre en nuestras vidas y con Él todo lo bueno, lo hermoso y lo saludable que le pertenece, y si la Navidad es la fiesta de los regalos es porque Dios primero se hizo regalo.

En esta época de laicismo beligerante, que predica que la tierra sólo pertenece al viento, el cristiano transmite optimismo, el del superhombre en el espíritu cuya razón de ser y actuar está en el amor, y que posee una patria que venerar.

¿Hay algo más animante que apuntar a un objetivo que nos sobrepasa y que a la vez está al alcance de cualquiera?

Eva Catalán