El Occidente cristiano está dispuesto a denunciar cualquier persecución por motivos religiosos o políticos salvo la persecución de los cristianos.

Paquistán, aliado de Estados Unidos, protegido de su vecino indio por Washington y protegido por Europa de sus atentados contra los derechos del hombre por un velo de silencio, el país nuclear donde más abunda el fanatismo islámico, practica la persecución de cristianos, incluida la tortura. Pero Europa calla, afortunadamente la Agencia Zenit no lo hace. Estamos en el territorio de los cristianos lelos, aquéllos que callan cuando debieran hablar.

Cristianos suicidas. Es cierto que la pederastia es un barbaridad repugnante, y que se debería dar en cualquier lugar menos entre el clero. Dicho esto, y dicho todo lo dicho por Benedicto XVI, que, en pocas palabras envía a la cárcel a los curas pedófilos, los pone en manos de la justicia civil -algo muy doloroso para la Iglesia- lo cierto es que la pederastia es la última estación del trayecto homosexual, de la degeneración gay. Dicho esto, y aunque no se debe permitir ni un sólo caso de clerecía pedófila, lo cierto es que en otros ambientes y credos la pederastia cunde y cunde mucho más.

Tras los cristianos suicidas.

Es suicida por parte de algunos cristianos apoyar las campañas de exageración -sí, exageración-, que han conseguido equiparar a un presbítero con un pederasta, incluso en mentes presuntamente lúcidas: hay que ser cínicos para golpear la pederastia exclusivamente cuando el culpable es un clérigo católico.

Cristianos aprovechados. Hablo principalmente de periodistas y editores católicos que aprovechan el desastre pedófilo para ajustar cuentas con este o aquel cardenal que, vaya usted a saber por qué, no le caen simpáticos. Incluso los hay que tratan de enfrentar a Benedicto XVI con la curia. ¡Qué cosas! Esos católicos no son ni idiotas ni cínicos: sólo aprovechados. Son los mismos que durante el Franquismo aseguraban que Franco era un tipo excelente; los malos, los realmente peligrosos eran sus ministros, especialmente el de Marina. ¡La madre que les peinó!

Por lo demás todo está en orden.

Eulogio López  

eulogio@hispanidad.com