Lenguaje bélico el que envuelve a la crisis nuclear iraní, o posibilidad de que la tiranía islámica de los ayatolás logre fabricar misiles nucleares de corto y medio alcance. En el Debate sobre le estado de la Unión, el presidente norteamericano pasó a la advertencia directa, empleando para ello el mismo lenguaje que hasta ahora sólo había utilizado el Gobierno israelí: simplemente, advirtió que Occidente no permitirá un Irán fundamentalista con armas nucleares.

La respuesta no tardó en llegar desde el Gobierno del peligroso presidente Mahmud Ahmadinejad. Su ministro de Defensa, Mostafa Mohammd Najjar, advirtió que Cualquier ataque contra las instalaciones nucleares pacíficas de Irán se encontrará con una respuesta rápida y aplastante de las fuerzas armadas.

Asegura Najjar que la fuerza aérea iraní puede repeler cualquier ataque. Esto tiene su enjundia, porque parece que el ministro fundamentalita está pensando en un ataque aéreo, como el de la aviación israelí que destrozó las instalaciones nucleares iraquíes en 1981, terminando de un plumazo con todo el programa de Sadam Husein.

De cualquier forma, Teherán se ha envalentonado ante el apoyo, cada vez más claro, que ha recibido de Vladimir Putin. El presidente ruso ha entrado en el juego, no sólo con su apoyo técnico a Teherán, sino con su afirmación de que Moscú posee misiles ilocalizables e indestructibles, una forma de manifestar la tesis rusa de que el club nuclear pude ampliarse, incluso a Irán.

Por mucho que Tony Blair se empeñe en lo contrario, la comunidad internacional no está unidad frente a Teherán. China mira hacia otro lado y Rusia ya ha tomado partido.

Bush, en el entretanto insiste en mantener su tropas en Iraq. En la mañana del miércoles un nuevo atentado en Bagdad impide ahora a Bush su anhelado deseo de retirar las tropas de Iraq dejando al país con la posibilidad, al menos la posibilidad, de apuntalar un régimen democrático.

Las consecuencias económicas de esta tensión mundial sobre los mercados financieros ha sido nula, así como sobre el mercado del petróleo. Quizás porque es difícil que el precio del crudo pueda subir más, y quizás porque las bolsa se han acostumbrado a vivir en permanente crisis política. Ya ni los actos terroristas provocan cataclismos en los mercados de valores. Ni el terrorismo, ni una advertencia de conflagración nuclear.