Sr. Director:
Como ciudadano occidental me impresionó la noticia según la cual una señora escocesa era perseguida por sus vecinos y algunos medios de comunicación por haber tenido la osadía de meter el gato de unos vecinos en un contenedor de desperdicios. Contra toda norma de privacidad su acción fue grabada por otra persona que, faltando a la ley y al respeto, la divulgó.

El gato no murió, permaneció dos hora privado de libertad. Los medios de comunicación social y algunos vecinos lo consideran un acto criminal por el cual reclaman la intervención de la justicia. La señora en cuestión habrá de pagar una larga penitencia o marchar del barrio, le caerá el sanbenito de la maltratadora de gatos.

Me ha impresionado, Sr. Director, la noticia, no porque no me preocupen los gatos, sino porque nuestra sociedad se moviliza por un gato y no por millones de seres humanos. Nunca se ha hecho nada parecido a personas que han depositado en contenedores fetos humanos productos de abortos provocados. Me preocupa una sociedad que pide justicia por el maltrato de un gato y no por millones de abortos; por millones de niños que mueren de hambre y por otros miles que son utilizados en la guerra (niños de la guerra); tampoco por los ancianos abandonados en sus casas en clínicas o en residencias, a los que se les aplique la eutanasia les parece algo recomendable. ¿Se imaginan si a la señora escocesa en vez de privar de libertad se le hubiera ocurrido eutanasiar al gato?

Pedro J. Piqueras Ibáñez