Los suecos están disputando refrendar el suicidio con cooperación médica, a partir de un estudio que el Consejo de Ética Médica entregó al Gobierno de Suecia en el que se solicita que se analice la probabilidad de una asistencia médica a la libre elección de la muerte, es decir, proponen que se examine la posibilidad de que los facultativos asistan a los dolientes seriamente aquejados que desean acabar con su existencia vital.

 

Este escrito ha favorecido el que, la mayoría de los suecos, digan lo que piensan. Entre ellos, el prelado católico Anders Arborelius que exponía, en una carta a los medios de comunicación, que aprobar esto significaría un giro ético cruel en la forma de atender a los dolientes y agonizantes, que son los que más precisan de nuestra cercanía, atención y la seguridad de que no les vamos a abandonar en el ocaso de su existencia.

Una humanidad que no disminuye los cuidados paliativos a los enfermos al final de su vida manifiesta que es una sociedad que se preocupa por todos los mortales, tanto frágiles como robustos. Una humanidad que consiente que los facultativos, en lugar de socorrer a sus dolientes, les ayuden a suicidarse, es una sociedad que da señales de que ha abandonado los arrestos para facilitar una atención inmejorable.

Las legislaciones irradian nuestros valores, advierte Mons. Arborelius. Si la sociedad aprueba ejecutar un suicidio cuando se está dolorosamente alicaído, manifiesta que la existencia de un enfermo de gravedad no merece vivirse. ¿Qué mensaje propaga a otros gravemente enfermos? ¿A las mortales con discapacidad? ¿A aquellos que se localizan en el final de su vida? ¿A los que sufren una intensa neurosis?

Esos dolientes ¿desean seriamente suicidarse? ¿Quieren dejar de existir? ¿O es que advierten que están siendo un sobrepeso para sus seres queridos? Como personas y como sociedad, hay que dedicar todos los bríos para tratar de captar el porqué de una demanda de suicidio, de forma que se les pueda ayudar.

La eutanasia se adueña de la muerte de modo anticipado eliminando su propia existencia, se presenta inhumana. Nos encontramos ante una cultura de la muerte que avanza en las sociedades opulentas.

Clemente Ferrer

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