Ha sido la coalición política más duradera de toda la democracia española: la formada por los nacionalistas catalanes de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y Unió Democràtica de Catalunya (UDC). Sumados: CIU.

Los nacionalistas de Jordi Pujol y los democristianos de Durán Lleida siempre se han entendido bien. Y, en cualquier caso, los trapos sucios los han lavado en casa.

Sin embargo, la actitud de Artur Mas comienza levantar ampollas en los democristianos. En primer lugar, Mas intentó llevar las relaciones con el Gobierno español, de tú a tú, como quien dice, con la Generalitat. Esa es tarea encomendada a Durán Lleida, que no aceptó perder ese capítulo a cambio de ser conseller en cap. En venganza, Mas ha nombrado a un socialista en la Generalitat, anunciando que lo peor que le puede ocurrir a Cataluña es un triunfo del PP por mayoría absoluta y jugando justo lo contrario a lo que Durán viene jugando en Madrid: a la futura entrada del CIU en el Gobierno de España con el PP en Moncloa.

Para que quede claro quién manda, Mas ha formado un Gobierno donde al socio chico de la coalición se le reservan puestos menores. Puestos clave por los independentistas Felip Puig y Francesc Homs. Para UDC, Agricultura y Gobernación. Sí, está última con Joana Ortega llevará las relaciones con Madrid, pero la presencia de un socialista en el Gobierno catalán rompe las posibilidades de la entente que pretende Durán Lleida, a día de hoy, el político más popular de España.

Mas ha tensado demasiado la cuerda. La cuerda interna. Veremos qué ocurre a partir de ahora, especialmente hasta las próximas generales. No hace falta recordar que la crisis de CIU es lo que más ha animado a Zapatero a no adelantar las elecciones. Si la crisis ahonda, y se si logra recuperar la confianza de Artur Mas incluso podría presentarse de nuevo como candidato soñando con un Gobierno de coalición con los nacionalistas.

La división en CIU puede explicarse según criterios identitarios, como un enfrentamiento entre soberanistas y españolistas. Pero las identidades no explican nada, las ideas y los principios sí. Mas es agnóstico (Jordi Pujol, por contra, era católico), Durán democristiano. No conviene confundir a los cristianos con los demócrata-cristianos, sería una ingenuidad, pero tampoco la gimnasia con la magnesia.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com