Por la misma razón que no se puede bombardear un país para detener a un terrorista (caso Ben Laden en Afganistán) tampoco se puede permitir que el Estado controle todas las comunicaciones, sean por teléfono o por Internet, de los ciudadanos. Eso también es matar moscas a cañonazos.

Aprovechando los atentados de Londres, el ministro de Exteriores británico, Un viejo enemigo de España, Jack Straw, ha formulado la propuesta. Joé con la progresía europea: al final, ni es justicia ni es libertad, los dos principios que enarbolan como una enseña. Ahora, toca, cómo no, violentar la intimidad de las personas.

Uno diría que para luchar contra el terrorismo, hay dos rutas más seguras que las comunicaciones personales, entre otras cosas porque los grupos fundamentalistas islámicos tratan de no utilizar procedimientos electrónicos, aquellos que rigen la vida moderna: teléfono, tarjetas de crédito e Internet.

Si el señor Straw quiere reducir nuestras libertades para ofrecernos más seguridad algo ya de por sí discutible, entre otras cosas porque nos ofrece un recorte seguro por una confianza posible- debe rastrear otros dos elementos del mundo contemporáneo : el dinero y las armas. Aún hay algo más universal y omnipresente que la comunicación en las sociedades moderna: el dinero. Respecto a armamentos y explosivos, parece claro que si en esta sociedad hay algo fuera de control es el bazar de las armas. Aquí transitan explosivos de un lado a otro con entusiasta facilidad. Quizás no armamento sofisticado o nuclear, pero sí las barras de dinamita que sirven para volar un vagón de un tren urbano.

Lo que ocurre, claro, es que el Gobierno británico, como cualquier otro Gobierno no quiere molestar a sus plutócratas, cuyas fortunas operan desde paraísos fiscales. Todo el Sistema se vendría abajo. Recuerden que para un millonario su intimidad más sagrada radica en su cuenta corriente. Si quieren ustedes poner nervioso a un plutócrata, háblenle de suprimir el secreto bancario.

Y al Gobierno británico, ni a ningún otro, le interesa que exista un control internacional sobe el Bazar de las Armas. La razón es muy simple. Londres, al igual que París, Washington o Madrid realizan espléndidos negocios vendiendo armamento a terceros, generalmente sin hacer demasiadas preguntas. Y si no venden directamente a los terroristas, venden a países que les revenderán a los terroristas. En el Bazar de las Armas nunca ha habido problemas de abastecimiento.

Hasta el control del ADN como instrumento de lucha contra el crimen me parece más aceptable que un Estado-Gran Hermano controlador de uno de los elementos fundamentales de la condición humana: relacionarse con los demás, comunicarse con libertad, es decir, en intimidad, con esa importantísima, olvidada y malentendida virtud del pudor.

Lo de Straw es siempre lo mismo : seguridad para los ricos a costa de la libertad de los pobres. La historia misma del mundo.

Eulogio López