El desastre del Gobierno Zapatero es de tal calibre que el globo sonda sobre la reforma de pensiones lanzado el miércoles tuvo que ser engañado por los propios autores, en otra besugada más del Ejecutivo español.

Se trata, en efecto, de bajar las pensiones y ojo, estamos obligados a hacerlo, porque no tenemos hijos, no tenemos trabajo, nos incorporamos al mercado laboral muy tarde y nos jubilamos demasiado pronto. Por tanto, aumentando el periodo de cálculo o exigiendo más años cotizados para tener derecho a pensión, lo cierto es que lo que se está haciendo es rebajar las pensiones. Para eso, resulta más justo retrasar la edad de jubilación.

Ahora bien, de las cuatro causas que provocan la crisis del sistema de pensiones, la más grave es la natalidad. Quizás no sea el problema más urgente, pero es, sin duda, el más importante. Si cada mujer en edad fértil tiene en España poco más de 1,1 hijos, las cuentas no salen: una pirámide geografía invertida no es sostenible.

Por tanto, hay que implantar el salario maternal como la cuarta pata del Estado del Bienestar. Que toda española que tenga un hijo reciba -porque es de justicia, dado que aporta un futuro contribuyente- un salario al menos durante los seis primeros años de vida. De una u otra manera, con uno u otro nombre, ese es el camino seguido en Francia, Bélgica, Irlanda, Noruega, Suecia, etc.

Y sino, pues desengáñense, las pensiones seguirán bajando.

Al mismo tiempo, los paladines del capitalismo hablan de establecer un sistema de capitalización. Para quien observe los rendimientos de los fondos de pensiones privados, que en tantos años no supera la inflación, se dará cuenta de que aportando dinero para la jubilación no te ayudas a ti mismo sino al gestor del fondo, es decir, a los bancos, que son los que nunca pierden ni se devalúa su comisión. Todavía, los fondos de pensiones empresariales pueden verse como un impuesto laboral más, pero tampoco es para tirar cohetes. En buena teoría financiera, lo bueno es el denostado sistema de reparto, el actual, porque opera en presente y exige la solidaridad inter-regional. Pero eso, se lo puedo asegurar, no es lo que está de moda.

Eulogio López

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