Habrá que votar "no" en la futura Constitución europea, al menos si no cambian algunas cosas. No me refiero tan sólo a la omisión del Cristianismo como fuerza motora de Europa (de hecho, si Europa está parada es porque reniega de su motor), sino a otra omisión no menos grave: la del derecho a la vida, verdadero cimiento de la arquitectura de los derechos humanos en el siglo XXI. Por el aborto les conoceréis: si no se protege la vida más débil, el resto de los derechos no tiene mucho sentido. 

 

Al final, lo más grave es que la Constitución redactada por los chicos de Giscard D'Estaing no es un compendio de derechos de la persona, sino un esquema de funcionamiento del Estado. Y esta es lo más grave, lo más antioccidental: que la persona no es el eje de la norma. El británico Clive Lewis lo explicaba así:

 

"El Estado moderno no existe para proteger nuestros derechos, sino para hacernos buenos o para hacernos el bien… De aquí procede el nuevo nombre de ‘líderes' que se emplea para nombrar a quienes antes eran gobernantes. Ya no somos sus súbditos (palabra horrenda), sino sus pupilos o alumnos. No queda nada que nos permita decirles: "Ocúpense de sus asuntos", porque sus asuntos son toda nuestra vida… Por otra parte, la nueva oligarquía tiene que basar cada vez más su derecho a planificarnos en su derecho al conocimiento. Si hemos de ser protegidos, es necesario que nuestros protectores conozcan lo más posible. Esto significa que dependerán cada vez más de la opinión de los científicos (¿les suena?) hasta que, finalmente, los políticos se conviertan en títeres de los científicos. La tecnocracia  es la forma hacia la que la sociedad planificada (hoy diríamos, democrática) tiene que dirigirse. Yo temo a los especialistas en el poder, porque se creen especialistas cuando hablan de asuntos ajenos a su especialidad… Temo un Gobierno hecho en nombre de la ciencia. Así es como se llega a la tiranía… Es posible que los verdaderos científicos no piensen demasiado en la tiranía de la ciencia –no pensarán en las teorías raciales de Hitler o en la biología de Stalin- pero pueden ser amordazados". C. S. Lewis ("Esclavos voluntarios del Estado del Bienestar").

 

En el fondo, contra lo que atentan las cartas magnas actuales es contra la intimidad de la persona. Es la persona la que está en crisis en la decadente Europa Occidental. Y eso se nota en sus leyes. El proyecto de Constitución europea habla de estructuras, no de personas, e ignora cualquier alusión al derecho a la vida.

 

Y toda esta considerable catástrofe no se arregla sí como así. La vicepresidenta del Gobierno español, Teresa Fernández de la Vega, la mujer que redactó (bueno, ayudada por algunos colaboradores) la ley que introdujo el aborto en España en 1985, reconoce que el PSOE prometió una consulta popular sobre la Constitución europea. Pues bien, con el actual texto, ese que el Gobierno Zapatero está dispuesto a apoyar, mi voto es no. El texto de Giscard vulnera el derecho a la vida, por omisión, y no está orientada a la persona, sino a la Administración pública. En su afán por prescindir del origen cristiano de Europa, el masoncete Giscard D'Estaing nos ofrece el ilustrado, masónico y aburridísimo deísmo: paz, justicia, tolerancia, solidaridad. ¿Y por qué tengo que ser pacífico, justo, tolerante y solidario? ¿En nombre de quién?

 

Eulogio López