Están que lo tiran, en Moncloa no pierden ripio. Siempre que surge la menor oportunidad de controlar una de las grandes empresas españolas allá que se van. De hecho, el principal problema que tiene la operadora de Alierta es la profusión de altos cargos en su organigrama. En Telefónica se dice que no existen directores generales, lo que ocurre es que la generalidad son directores. Por eso, esta historia se inicia cuando un alto cargo de Telefónica acude a la Moncloa para quejarse de la poca efectividad de Julio Linares.

Recordemos que, el histórico Julio Linares, es un director general de la compañía muy especial. Una especie de primus inter pares recientemente ascendido por Alierta quien, tras la experiencia de Fernado Abril Martorel, no deseaba consejero delegado alguno. En definitiva Linares hace de CEO sin serlo.

Y tras la delación, las lumbreras socialistas empiezan a relamerse los labios: la oportunidad la pintan única. Se puede colocar a un socialista como consejero delegado de Telefónica o, todo es cuestión de soñar incluso de presidente de la Compañía.

Claro está que la operación se corta desde el momento en que la misma presidencia del Gobierno como desde la vicepresidencia económica de que resulta estúpido desestabilizar a un presidente que no sólo ha conseguido convertir la compañía en un referente mundial sino que además, controla la operadora de principio a fin.

Por si fuera poco, en la City madrileña hasta el potito sabía, el viernes 30 el nombre del delator. La gloria mundana es transitoria; las conspiraciones fugaces.