Las próximas elecciones europeas decidirán su futuro. Los compromisarios se muestran menos centro-reformistas que sus líderes. La clave política de Rajoy: que consiga un acuerdo con CIU, cosa más bien difícil. Y otro problema: es peligroso dejar suelto al verso suelto de Gallardón

Si el Congreso del PP se ha hecho para ratificar a Rajoy entonces ha ido un éxito. Ahora bien, nadie dudaba antes de Valencia de que el gallego sería ratificado en su cargo. Ahora bien, ha sido ratificado sin contrincante, lo cual le es legitima, y bajo la indiferencia de los dos pesos más pesados del partido: el ex presidente José María aznar y el ex vicepresidente Rodrigo Rato.  

¿A qué esperan Rato y Aznar para lanzar su ataque? Pues a que el propio Mariano se estrelle. No han dado la batalla ahora –y la darán por separado, quede claro- por dos razones: Ni Aznar ni Rato pueden permitir que un periodista y un locutor –Pedro José Ramírez y Federico Jiménez- decidan quién debe ser el capitán del PP y porque ni Aznar ni Rato controlan el aparato del partido y hubieran salido derrotado de un Congreso amañado, derrota que debe ser cuidadosamente evitada.

Recuerden que, aunque ellos no lo sepan, algunos no se enteran, el tándem Ramírez-Jiménez no tiene las simpatías de ninguno de los dos –o tres, o cuatro- bandos en liza en el PP, sino por ambos –o tres, o cuatro- con idéntica fuerza, ni tan siquiera las de Esperanza Aguirre. En el PP nadie soporta la vanidad de Jiménez ni el chantaje permanente de Ramírez –el hombre que se ofreció para presidir la III República Española-.

Rajoy triunfa en el Congreso, con un 84% de los votos (que, para un mitin a "la búlgara", tampoco es para tirar cohetes), pero a partir de ahora comienza a caminar al borde del precipicio. Sólo si gana las elecciones europeas podría sobrevivir. No ha aprovechado para democratizar el partido –primarias, etc- con lo que su legitimidad como líder, más allá de los aplausos, ha quedado en entredicho, por boicotear a sus posibles competidores. A pesar de sus palabras como candidato, lo cierto es que en el PP no existe la democracia interna ni nada parecido a unas primarias.

Y lo peor: Rajoy no ha sabido unir, que es la principal tarea de un líder político, especialmente en España, donde el espíritu democrático aún es adolescente, y el electorado castiga, más que ninguna otra cosa, la división. No ha sabido ceder para vencer.

Eso, su contrincante, Rodríguez Zapatero, lo borda. El líder del PSOE ha sumado a su proyecto a todos sus enemigos internos, ofreciéndoles cargos y puestos bien remunerados en dinero o en vanidad social: José Bono, Fernández de la Vega (sin duda su principal adversario a medio plazo), Solbes, Felipe González, José Montilla, todos ellos con ideologías e intereses contrapuestos, pero con el mismo amor al protagonismo público. Ha aunado a personas y a ideologías: separatistas con jacobinos, socialistas catalanes con mesetarios, Carod con Maragall, andaluces con catalanes, vascos con castellanos, leninistas, socialdemócratas, capitalistas, pacifistas, ecologistas, feministas, homosexuales, lo que haga falta. Puede decirse que sólo le ha quedado enfrente la Iglesia, y ZP no pierde la esperanza de conquistar a los parroquianos bajo la bandera de la clerecía progre.

Pero Rajoy no, Rajoy no sabe sumar a pesar de que su frivolidad intelectual le impele al posibilismo con la misma fuerza que a ZP y su capacidad para mezclar el agua y el aceite. El detalle más significativo del Congreso es que, mientras el equipo directivo, los que elaboran las ponencias, los fidelísimos al líder, apostaban por aceptar el gaymonio, los compromisarios se negaron y hubo que modificarlo. No es que la alternativa haya sido la adecuada. Sencillamente, se ha vuelto a la ‘cuestión terminológica' es decir, a la aceptación del homomonio siempre que no se le llame matrimonio. Pero la negativa de los compromisarios no es baladí. ¿Que pasaría si hubiesen votado todos los afiliados, mucho más libres que los compromisarios, como su mismo nombre indica? ¿Y si se hubieran manifestado los votantes del PP? ¿Y los 10 millones de votantes? Pues, probablemente, su voto resultaría menos "laico".

Este espejismo progre en el que ha caído don Mariano es enfermedad contagiosa. En ella incurría la periodista favorita de don Mariano –y buena periodista, la verdad- la directora de informativos de A 3 TV, Gloria Lomana. El sábado, en La Razón, emparejaba la condición de madre soltera de la nueva secretaria general, Dolores de Cospedal, con la valentía. Se diría lo contrario: tener un hijo sin preguntarle si quiere serlo sin padre, no es valentía, es injusticia. Para la masa de votantes del PP el ideal de mujer líder no es aquella que decide recurrir a la fecundación in vitro (FIV) -tenemos que entender que con esperma de donante anónimo- con todos los abortos selectivos y embriones humanos crioconservados que genera, además de la mencionada privación de un padre para su hijo. ¿Es eso valentía? ¿Es ese el centrismo que vende Rajoy?

La crónica del Congreso del PP impide entrar en el juicio sobre la actitud de Cospedal. Simplemente hay que reseñar que no es la actitud que el votante medio del PP aplaudiría con ganas. Ocurre, simplemente, que Rajoy quiere el poder y está convencido –allá él- de que sólo puede conseguirlo caminando hacia lo que él llama centro, conjuro mágico de la clase política español pero del pueblo español, que ni sabe lo que es el centro ni quiere saberlo.

Y no es el único problema de su número dos. En la misma línea, su nueva secretaria general ha cometido el error de mantener su Presidencia de Castilla-La Mancha con la Secretaria general del partido. Como buena marianista, a doña Dolores le encanta vivir en la contradicción, pero el asunto es peligroso. Por ejemplo, ¿qué pasará cuando, en tanto que secretaria general, deba defender el trasvase del Ebro a Levante, mientras que, como presidenta de Castilla La Mancha, alguien le recuerde que firmó un pacto –gratuito e innecesario- con el PSOE –esto de los pactos resulta muy centrista- por el que se comprometía a anular el trasvase Tajo-Segura en 2015. ¿Va a pedir doña Dolores agua del Ebro para Albacete como secretaria general del PP y a cortar el grifo del Tajo hacia Murcia como presidenta del PP en Castilla-La Mancha?

Además, ha dejado suelto al verso suelto, a Ruiz Gallardón, que ha obtenido una victoria pírrica sobre Esperanza Aguirre: por el momento, ambos están muertos. Y no, el alcalde de Madrid siempre pensó en saltar al número uno desde el número dos, o al menos como vicesecretario general. Sabe que el aparto del PP no le soporta, y que  a Rajoy. Y es peligroso dejar suelto al verso suelto. No nos engañemos: Rajoy le ha metido en el equipo directivo, pero él aspiraba a que le hiciera secretario general o, al menos, vicesecretario. En definitiva, que el ambicioso alcalde seguirá conspirando para suceder a Rajoy.

En su discurso de candidatura, Rajoy habló de pactos con los nacionalistas, algo que le niegan los aznaristas, por ejemplo María San Gil. Ahora bien, el aznarismo está confundiendo, interesadamente, a todos los nacionalistas con el PNV. A estos efectos, el nacionalismo catalán nada tiene que ver con el nacionalismo vasco. En Euskadi hay muertos, en Cataluña no. Además, la matemática electoral indica que la clave está en pactar con CIU, no con el PNV, y conseguir el gran reto de la política nacional, el resto que cerraría España. Que CIU entre en el Gobierno de la nación. Lo sabe ZP y lo sabe Rajoy. A eso es a lo que se refiere don Mariano cuando habla de diálogo con los nacionalistas. En ese punto, quizás el único, su estrategia es la adecuada.

El Congreso del PP termina en la festividad de Santo Tomás Moro, patrón de los políticos, cuya virtud fue la coherencia ante el poder de Enrique VIII, hasta el punto de preferir la muerte antes que traicionar sus ideales cristianos. Precisamente, en un episodio histórico en el que la mayoría de los políticos británicos optaron por lo que hoy llamaríamos centro reformismo y salvaron su vida, sus cargos y su patrimonio.

De hecho, don Mariano ha aproximado su programa al del PSOE y aunque niegue en su discurso que centrismo no es relativismo, lo cierto es que es esta filosofía, el relativismo, lo que marca a los dos partidos mayoritarios españoles. Frente a ellos, queda el cristianismo, que propugna los principios no negociables, resumidos por el propio Benedicto XVI en vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Hoy en día, esa es la alternativa a lo políticamente correcto.   

Rajoy ha vencido en el Congreso. Lo duro empieza ahora. Por de pronto, Esperanza Aguirre ya se ha quejado de que Rajoy no le ha permitido hablar. ¡Bien empezamos!