La gente es muy divertida. Por ejemplo, ayer mismo entré en una cafetería y al lado se situaba una pareja con una conversación digna de ser escuchada.

Él había dejado atrás los 75 tacos, seguro. Dudo sobre la edad de ella, pero no creo que alcanzara los 65.

Como soy muy perspicaz, enseguida me di cuenta de que algo no marchaba:

-Quiero verte llorar, quiero verte sufrir -repetía la interfecta con denuedo.

Y, por si no había quedado claro, añadía: -Lo que quiero es verte sufrir. ¡Sufre! -gritaba mientras golpeaba la mesa.

En ese momento, la incitadora a la flagelación añadió:

-Te has manchado la camisa, como siempre.

El varón intentaba introducir baza en la conversación, probablemente defendiendo cierta actitud suya del pasado reciente:

-A ti todo te da igual. Eres un egoísta. Vas a tu puta bola -sentenció, olvidando que una señora no debe soltar palabrotas.

Tras un segundo de reflexión, concluyó:

-Mira, para lo único que necesito a un hombre es para que me mime.

Los tres minutos siguientes nos retrotrajeron al oscuro mundo del sufrimiento. Pero, al parecer, el asunto no daba para mucho más, por lo que la conversación tomó un giro inesperado:

-Bueno, ¿y cómo me ves? ¿Más delgadita, no?

Pero se trató de un segundo mágico. Es posible que el susodicho, cogido en un cambio de rasante, no valorar una delgadez que, desde mi puesto de observador neutral, no conseguí entrever por ninguna parte, aunque ya se sabe que en esta vida todo es relativo.

Y esto es bello e instructivo, por cuanto yo estaba en aquella cafetería escribiendo un artículo sobre el problema de la deuda pública española y su indubitable relación con la guerra de divisas que asola los mercados financieros pero, al escuchar tan enjundioso diálogo -bueno, más bien monólogo-, me puse a tomar notas y como consecuencia de todo ello, no le he torrado a usted, amado lector, con un ladrillo de grandes dimensiones y menor enjundia.

Divertir enseñando, es nuestro lema. Lo que quiere decir que el mundo camina no hacia el matadero sino hacia el manicomio.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com