Don Miguel de Unamuno escribió, hace ya 70 años, estas palabras, que me hace llegar un famoso ejecutivo español de algo menos de 70 años:
«La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aun al de los racionalistas y ateos; quitarlo, ofende al sentimiento popular, hasta el de los que carecen de creencias confesionales.

 

¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro, y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa».

Sí, Unamuno tenía razón, y eso que hablaba a un mundo que todavía quería destruir a la Iglesias, asesinar a los curas, aherrojar a los laicos y, en definitiva, arrancar al Cristianismo de la tierra por el sencillo método de la eliminación.

Hoy, en el siglo XXI, las cosas han cambiado un tanto. No se trata de destruir a la Iglesia sino de conquistarla y democratizarla. No queremos destruir el templo, sino poner párrocos y modificar el catecismo por los vídeos de Al Gore, la adoración al crucificado por el culto al cambio climático y los confesionarios por los talk show televisivos y el amor a Dios por la paz entre los hombres.  

Pero en algo ya acertaba don Miguel, 70 años atrás: los que braman contra el poder de la Iglesia no quieren la neutralidad religiosa, sino otro tipo de religión... que es distinto.

Eulogio López

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