El pacto ente el Gobierno Zapatero y Emilio Botín sobre cuestiones judiciales pendientes no alcanza a Sáenz. Las empresas de comunicación hacen su agosto en ener todo el mundo quiere un dossier sobre sus adversarios. El BBVA busca dossieres sobre Juan Abelló, Luis Del Rivero, etc. El Gobierno quiere saberlo todo sobre FG, Pizarro y Caruana, etc. La mayoría de estos informes maledicentes se realizan en hemerotecas.

 

Con los socialistas han vuelto los dossieres. Como las minas anti-personas, estos informes sobre banqueros empresarios y políticos se encargan a oficinas de comunicación y relaciones públicas y, no conviene engañarse, la mayoría de ellos, subcontratan la elaboración a periodistas especializados en registrar hemerotecas. Se trata de encontrar alguna mancha o sombra de ella en el historial más o menos reciente de aquel a quien se quiere destronar.

Eso sí, quizás lo más novedoso sea que los contratantes no son sólo privados, sino públicos. Por ejemplo, el asesor económico de Rodríguez Zapatero, todopoderoso secretario de Estado monclovita, Miguel Sebastián, no sólo está empeñado en derribar a Francisco González de la Presidencia del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), sino también a Alfredo Sáenz como vicepresidente primero y consejero delegado del Santander Central Hispano. Sebastián quiere para ese cargo a otro perfil, más próximo al Partido, por ejemplo a Francisco Luzón, consejero director general del Grupo, responsable de Iberoamérica... y eternamente enfrentado a Sáenz. Para Sebastián el cese de Sáenz sería una muestra de poder, más que una venganza personal, como ocurre en el caso de FG.

Casualmente, comienza a correr por la City madrileña un dossier sobre Alfredo Sáenz, especialmente destinado a su tarea como reflotador de Banesto.

Y es que el pacto entre Zapatero y Botín no alcanza a su segundo. Así, el Gobierno socialista protege a Emilio Botín en el caso de las cesiones de crédito (cuyo juicio se verá en el recién comenzado 2005), obligando al abogado del Estado, primer perjudicado, a no personarse en el juicio, diluyendo de este modo la fuerza de la acusación, pero eso no es óbice para solicitar a Botín que disponga de un segundo más próximo al Gobierno, como diría Rafael Simancas, un perfil más progresista.

Naturalmente, la pugna entre Sacyr y BBVA ha dado lugar a más dossieres. Por ejemplo, FG ha dado orden de investigar a todos sus directivos relacionados, por cuestiones personales o de negocios, con la constructora o con sus primeras cabezas, sean Juan Abelló, Fernando Martín, Demetrio Carceller, etc. Cuando se trata de guerra se exige pureza de sangre. Se amenaza a los prejubilados del BBVA y se cambia de puesto a todos aquellos que han tenido que ver, insistimos, aunque sólo se trate de cuestiones de negocios, con la constructora enemiga.

Por su parte, no hay que olvidar que FG estuvo incurso, aunque no fue imputado ni condenado, en el caso Oildor, aquella empresa lanzada por Mario Conde para instalar gasolineras y que resultó un fiasc el único que salió vivo y con dinero fue FG, quien actuó no sólo como accionista sino como analista y bendijo la operación de principio a fin, una operación que los tribunales consideraron un fraude.

En definitiva, los despachos de comunicación sin escrúpulos están haciendo su agosto. El objetivo de un dossier puede ser múltiple: puede quedarse en ofrecer datos sobre el adversario, o su objetivo final puede ir más allá: chantajear al investigado o filtrarlo a la prensa. La mayoría de ellos son resúmenes de prensa o recopilaciones de casos judiciales. Depende de su objetivo. Lo que está claro es que todos ellos están bien pagados, y que una práctica que se creía superada vuelve a ser moneda común.

Por cierto, no es del todo nítida la frontera entre un dossier y una investigación de la CNMV sobre una operación concreta. Debería estarlo, pero no siempre es así. Y resulta que la llegada de Manuel Conthe a la presidencia del regulador ha servido para que se creen equipos que analizan determinadas operaciones. Ciertamente se trata de su función natural, pero sorprende el celo profesional con que se están empleando.