La Fundación Príncipe de Asturias forma parte, y destacada, del Nuevo Orden Mundial (NOM). Las dictaduras, y el NOM no es más que una dictadura que, como toda tiranía, trata de aplicar la ingeniería a la sociedad y poner el poder y la influencia en manso de una elite, también necesitan estas máquinas de otorgar premios. Y ello, por encima de la división clásica entre izquierda y derecha, porque las instituciones del NOM, así como la Fundación que lleva el nombre del heredero al Trono de España (y don Felipe de Borbón lo lleva con orgullo) acogen con igual entusiasmo a al Foro de Davos que al de Porto Alegre, en nombre de la paz y la fraternidad entre los pueblos.

Y es que los galardones tienen el mismo efecto moral que las leyes: refuerzan bonifican la imagen de personas e instituciones. Por eso, la Fundación se ha apresurado a conceder a UNICEF el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Como es sabido, UNICEF es una institución de la ONU dedicada a la defensa de los niños nacidos, mientras hace todo lo posible para que no nazca ni uno más, a través de sus programas de contracepción y abortos químicos.

UNICEF constituye, además, uno de los paradigmas de la filantropía laica. Porque el Nuevo Orden Mundial, al contrario que los totalitarismos del siglo XX, no pretende destruir a la Iglesia de Cristo su gran enemigo- sino conquistarla. Por eso, de vez en vez, otorgan sus galardones a alguna orden religiosa, en el bien entendido de que se trate de una institución religiosa con carisma de acción, que no de oración. Por ejemplo, órdenes de clausura, movimientos ortodoxos o pontífices y obispos leales al magisterio, abstenerse. El Nuevo Orden Mundial pretende una Iglesia cristiana sin Cristo, una Iglesia de la fraternidad y la alianza de civilizaciones, una ONG par el desarrollo sostenible. Su arquetipo es la filosofía panteísta -¡menudo ladrillo!- de la Carta de la Tierra y la filantropía universal. O sea, como los muchachos de la Fundación de mi pueblo natal.

Con razón, Benedicto XVI ha dicho que Occidente no tiene futuro sin Dios (Alfa y Omega). El NOM no es cristianófobo, es eclesiófobo; es algo peor, es cristófobo. En el NOM cabe todo, también una parte de la clerecía: lo que no cabe es Cristo. Y añado yo, que soy menos fino que el Pontífice- la Fundación, como todo el NOM, además de pelmas, son unos cursis de mucho cuidado.

Eulogio López