La profusión del término fascista exige una definición adecuada. A saber, un fascista es aquel que deifica a la patria.

Al fascismo se suele llegar a través de una derecha pagana, que abandonen sus valores morales. Lo que no deja de ser una reiteración, porque los valores, o son morales o no son valores. Por eso los nacionalismos tienen querencia hacia el fascismo.

Luego está el capitalismo, especialmente en su versión moderna que no es otra cosa que el capitalismo financiero, especulador. ¿Cómo definir al especulador? Pues hace poco, lo hacía un millonario al que un periodista le preguntaba cómo había atesorado su fortuna: Pues siguiendo el consejo de mi padre -respondió el interpelado-: comprarás y venderás pero jamás fabricarás. Nunca he visto dibujado con tamaña precisión el alma del especulador que, al parecer, todos llevamos dentro. Fabricar es producir, prestar un servicio, un proceso lento, esforzado y creativo. Para comprar a 5 y vender a 6 sólo se precisa ser un listillo, e incluso se puede vaguear.

Por cierto, la definición a aquel famoso diestro, Luis Mazzantini Eguía que llegó a gobernador de Guipúzcoa, cuando ser gobernador era algo importante. Cuando un periodista le preguntó cómo se pasa de torero a gobernador, el maestro no dudó: Pues degenerando, hijo, degenerando. Pasando de producir algo a vender algo comprado ayer.

Bueno, luego hay que distinguir estos dos tipos de capitalismo: los capitalistas de izquierdas, que especulan con dinero público, siempre pegados a las subvenciones, con espíritu onegero, y los capitalistas de derechas, que utilizan el dinero de inversores, accionistas y ahorradores. Parecen enfrentados pero no se engañen. Son hermanos de leche, ambos trabajan con el dinero de los demás.

Por eso, todos los fascismos, al igual que los socialismos totalitarios y el comunismo, siempre se han llevado bien con los mercados financieros, claramente especuladores. Y a todos les gusta lo grande, y lo más grande, elefantiásico, de la economía del siglo XXI no es la agricultura ni la energía ni la información, ni tan siquiera la banca: es la especulación financiera, los mercados continuos, donde no se produce nada, sólo se compra y se vende.

Otro mundo es posible, aseguran los progres a los que tanto gusta trabajar con el dinero de los demás, en este caso dinero público. Y claro que es posible, pero no según la metodología de la izquierda y de la derecha porque ambas son especulativas, dedicadas a comprar y vender, sino con un mundo de fabricantes, a ser posible fabricantes pequeños, autónomos, cuentapropistas, capaces de valorar lo que hacen y saborear lo que producen. La doctrina Social de la Iglesia nació con una encíclica Rerum Novarum, de León XIII, que vendió una idea: la de los proletarios convertidos en propietarios, pero creo que León XIII estaba pensando en pequeños propietarios. En cuanto crecen se convierten en especuladores.

Eulogio López

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