Comisiones Obreras denuncia que, por tercera vez en tres años, la empresa de móviles que preside Belarmino García, del Grupo AUNA, se dispone a reconvertir a sus 3.000 trabajadores de atención telefónica. El asunto es complicado, pero su conclusión muy simple: se trata de pagar menos a costa de obligar a los centros de atención al cliente a variar de centro de trabajo, trasladando a la persona de provincias por el artículo 33. Estamos hablando de un colectivo que, por 39 horas semanales de trabajo (un trabajo bastante agotador, como es el de la atención telefónica a clientes), cobra 10.500 euros brutos al año (875 brutos al mes por doce pagas, o 145.250 pesetas), poco más que el salario mínimo.

Además, no son trabajadores de Amena, sino subcontratados, en este caso, por otras cinco empresas. Entonces, ¿por qué Amena se empeña en realizar cambios todos los años (en 2001, el 25% de los trabajadores se negaron a trasladarse de centro de trabajo, mientras en 2002 se quedó fuera un 15%)? ¿Puro sadismo?

No, Amena sabe que, por convenio, cuando cumplen un año, estos trabajadores ascienden de categoría y comienzan a cobrar el fortunón de 600 euros más al año, además de aspirar al contrato indefinido (que sólo posee, y porque les obliga la ley, el 30% de la plantilla). Por tanto, lo mejor es decir que para atender a un cliente (al que, dicho sea de paso, podría atenderse desde cualquier lugar de España) hay que deslocalizar o mover a los trabajadores.

Y claro, los trabajadores veteranos cobran más y tienen una serie de derechos. Por eso, conviene echarlos, a costa de cambiar de empresas subcontratadas. Así, las nuevas empresas (o el mismo empresario con distinto nombre) pueden volver a contratar con Amena... a un precio más económico.

Históricamente, se consideraba que subcontratar (el famoso "outsourcing") sólo era lógico cuando se trataba de una actividad tangencial de la empresa, no del corazón de su negocio. Si una empresa de telefonía considera que la atención telefónica a sus clientes no forma parte de su negocio, casi mejor que se retire del mercado.

La subcontratación no es una cuestión de Amena, ni del sector telecos, ni de España o Iberoamérica, es una cuestión universal, y el instrumento más eficaz de las empresas para pagar menos por un mismo trabajo. A nivel global, el asunto acaba en mera explotación del ser humano, con unas multinacionales empeñadas en que el número de trabajadores de su sede central se circunscriba a los máximos directivos y sus secretarias. El ideal de las nuevas multinacionales consiste en que la empresa se circunscriba a una marca, a un logotipo. Nike, cuya producción se subcontrata en su totalidad, es un buen ejemplo de ello: la empresa con Consejo de Administración y sin plantilla.