En la mañana del lunes comenzaba en Bagdad el juicio contra Sadam Husein y sus más cercanos colaboradores.

Cuatro de los jueces, con la excepción del presidente del Tribunal, de origen kurdo, así como los fiscales que podrían condenar a muerte al ex dictador iraquí, permanecen en el anonimato. Esta y otras circunstancias han hecho considerar a algunos juristas que los defensores de Sadam Husein podrían impugnar la legitimidad del Tribunal.

Al mismo tiempo, el juicio es seguido, casi en directo por la TV iraquí, lo que ha hecho que Sadam Husein adopte un tono altanero con el tribunal, ante el que se negó a contestar a cualquier tipo de pregunta. La única afirmación rotunda fue la siguiente. Sigo siendo el presidente de Iraq.

Política y económicamente, el juicio de Husein ya está descontado : ni el mercado del petróleo ni las bolsas de valores se inmutaron con el comienzo del juicio y los desplantes de Sadam Husein. Sea cual sea su condena, el dictador está acabado. Lo que no está acabado es el conflicto iraquí. Así, durante la misma mañana del martes en la que comenzaba el juicio, una granada acababa con la vida del alcalde de Bagdad y su chofer. Hay poca gente en Iraq dispuesta a morir por Sadam Husein, pero son muchos los que están dispuestos a matar con tal de expulsar a los norteamericanos y de quebrar el proceso democrático.