La mayor eléctrica de Europa, el monstruo nuclear francés EDF, se marcha de la Argentina, aburrida de que el Gobierno Kirchner retrase indefinidamente el aumento de tarifas. EDF era propietaria de Edenor, la empresa que surte el norte del gran Buenos Aires, y que contaba con 7 millones de usuarios y 2.500 empleados. EDF compró Edenor a Endesa y ha obtenido una rentabilidad anual acumulada del 5% anual. En 2003 todavía ganó 90 millones de pesos (dividan entre tres para obtener la cantidad en dólares) pero en 2004 ya había perdido 210 millones de pesos. Y lo que es peor: mantenía una deuda de 500 millones de dólares.

La segunda parte es quizá más ilustrativa. EDF no ha vendido Edenor a otra compañía eléctrica, sino al fondo Dolphin, propiedad de Marcelo Mindlin, un antiguo socio de George Soros, el multimillonario norteamericano que especuló con la libra esterlina pero que se presenta ante el mundo como un mecenas. Naturalmente, Dolphin no se va a dedicar a suministrar electricidad a los ciudadanos. Más bien hará lo que sabe hacer: o bien revender la empresa en dos años a un tercero, con la correspondiente plusvalía, o bien trocear la sociedad y venderla por partes que siempre resulta más rentable.

La noticia coincide con la venta de una de las joyas del tejido industrial argentino, la cementera Loma Negra, donde se ha hecho realidad aquel viejo dicho de Abuelos ricos, hijos vagos, nietos pobres. Loma Negra era una megacompañía que se distinguió históricamente por una envidiable solidez financiera y una gran labor social: por ejemplo, se especializó en construir viviendas para sus empleados más pobres, que les vendía a bajo precio en las zonas más desfavorecidas de la Argentina. El comprador es el grupo brasileño Camargo Correa.

Por ahora, lo que está claro es que la política de Kirchner está produciendo más actividad financiera (comprar y vender) que empresarial (producir).