Si no fuera porque colabora a guerracivilismo, el mayor peligro que afronta la España política del siglo XXI, lo del referéndum catalán sería para reír hasta que nos dolieran los ijares.

Los jurisperitos del Tribunal Constitucional -muy alto tribunal- han venido a decir que la coña esta del referéndum de Artur Mas no les gusta pero que, después de todo, oiga usted, el referéndum será legal si se ajusta a la legalidad. A la legalidad vigente no se crean. Esto es: puede que sí, puede que no, lo más seguro es que quién sabe.

¿Qué quieren que les diga No me extraña nada. Insisto: el derecho de autodeterminación es un problema insoluble, porque no mira por el Estado de derecho sin por el tamaño del Estado. El nacionalismo es una cuestión de sentimientos y los sentimientos no atienden a razones.

Y así puede surgir el Altísimo Tribunal a decir sinsorgadas. Bueno, de acuerdo, tautologías y obviedades.

Sigo insistiendo en que en Cataluña no va a pasar "res de res". El problema es la causa del secesionismo, que no es otra que la degradación moral, no sólo de Cataluña sino de toda España, y las consecuencias: la locura de Artur Mas y la falta de cintura de Rajoy y las contradicciones de Rubalcaba nos lleva a un enfrentamiento que se pretende violento.

Ya hemos dicho que Mas es un virtuoso de la violencia pasiva: insultar y sentirse insultado. No obedecerá ni las leyes ni al TC ni a nadie: sólo a su propio ego. Por su parte, Rajoy ejerce de gallego. Cuando llueve escampa… y si alguien ha sufrido inundaciones crearemos una comisión para analizarlo.

Mire usted, entre unos independentistas que no quieren la independencia sino que Madrid se la niegue para seguir quejándose y un Rajoy que no tiende la mano -ojo, aunque sí subvenciona- para mejorar la financiación de Cataluña, no hay nada que hacer. Artur Mas está deseando que Rajoy adopte una medida de fuerza, algo que lleva al choque directo, a la violencia física. Por ejemplo, intervenir la autonomía catalana o desarmar a los Mossos. Y mientras Rajoy sigue insistiendo en desmontar la locura a través de no hacerle caso.

Eulogio López

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