Nuevamente, la obediencia masónica marca una operación empresarial en España. Emilio Botín se burló de los fondos de capital-riesgo, sólo quería que marcaran precio para vender más caro. La inversión colectiva podría castigar a España y al Santander

No hay secreto que no llegue a descubrirse y generalmente antes de lo previsto. Una fuente de toda solvencia, más que próxima a la propia familia Botín, explicaba de esta forma a Hispanidad la operación de venta más importante que ha vivido España en el presente año, y por la cual el operador de telefonía móvil Amena ya es propiedad de France Telecom (FT), la empresa pública gala.

Todo empezó con la llamada del presidente francés Jacques Chirac a José Luis Rodríguez Zapatero: No se sabe si en su condición de hermano mayor o de gran maestre de la logia, el caso es que Chirac le pide Amena a Zapatero para France Telecom, en nombre, se supone de la alianza entre los pueblos. Así se lo comunica Zapatero a Emilio Botín, lo que no dejó de preocupar al presidente del Santander Central Hispano (SCH).

Ningún banquero puede negarse a una petición expresa del presidente del Gobierno. Pero Botín sabe que los franceses podían utilizar el plácet político para buscar más un regalo que una compra. Por eso puso en marcha la operación fondos de capital riego. No fue difícil dado que por el conjunto de AUNA ya se habían dado peticiones e fondos, pero era necesario que se produjera un concurso -ficticio, dado que el ganador ya estaba decidido de antemano-, con una puja que elevara el precio de la compañía. Así surgieron los famosos 12.500 millones de euros por el conjunto de AUNA. Botín se mostraba dispuesto a complacer los deseos de la Moncloa, naturalmente pero había quien estaba dispuesto pagar mucho por una empresa que, por cierto, no tiene el futuro asegurado.

Y la estrategia funcionó. Al final, FT ha pagado un precio que supone valorar el conjunto de AUNA donde quería Botín, incluso un poco más. El único problema es que algunos de los fondos que acudieron a un concurso público, presuntamente coordinado por Merrill Lynch, se sienten ahora estafados, con la convicción expresa de que no han servido sino como señuelo y que la decisión ya estaba tomada de antemano. Los candidatos han empleado tiempo y dinero en un concurso amañado.

Es más, sólo el consejero delegado, Alfredo Sáenz, así como la presidenta de Banesto, Ana Patricia Botín, se sabían el conjunto de la operación. Ni en el SCH ni en AUNA se supo el verdadero significado del proceso hasta que las cartas ya estaban sobre la mesa. No es de extrañar que en algunos despachos de esos fondos especulativos se jure venganza contra el Santander en particular y contra el tejido industrial español en general. Entiéndase, no se puede confundir alegremente a los fondos de inversión y a los de pensiones, con los fondos de capital riesgo, pero cada día cuesta más distinguirlos. Estamos hablando de un todo anónimo, donde muy pocos controlan el ahorro de millones de partícipes.

Mientras tanto, en Telefónica se sigue recordando a quien quiera oírlo que a la operadora española se le cerró el camino en Francia, con unos precios abusivos que, tras la experiencia alemana (donde Telefónica perdió cerca de 5.000 millones de euros sin obtener nada a cambio), nadie se atrevía a asumir.

En la City española cada día son más los que se preguntan. ¿Cuál será el próximo pedido francés a España? ¿Una eléctrica? ¿Una teleco? ¿Un banco?