Sr. Director:

Zapatero se equivoca. Está utilizando una estrategia errónea. La estrategia del avestruz, de esconder la cabeza bajo tierra para no ver la realidad. Que la actual situación de masificación y avalancha humanas ante las fronteras de Ceuta y Melilla sea consecuencia en parte de la Ley de Extranjería -reformada varias veces con responsabilidad del anterior gobierno del PP- y en su mayor porcentaje de la política marroquí, que aparenta luchar contra la inmigración ilegal pero que en realidad la favorece; no da motivos para tanta debilidad diplomática.

Pero ahi no acaba la tibieza del presidente español. En plena cumbre de Córdoba y Sevilla entre Marruecos y España, Zapatero ha mostrado demasiada condescendencia con Dris Jattu, su homólogo marroquí. Sonrisas y buenas palabras. Ni una sola queja aunque fuera formal, a pesar de las pruebas que culpan a la policía marroquí del tiroteo fronterizo. Que la cortesía es necesaria pero el sometimiento y la omisión -algunos hablan de huida o de no querer ver la realidad para no enemistarse con el gobierno alauita- de la responsabilidad marroquí en la muerte de subsaharianos ante la frontera de Ceuta, son más que descarados y negativos en política y diplomacia.

Para colmo, la actual avalancha de subsaharianos en las fronteras de Ceuta y Melilla con 5 muertos y la discriminatoria negativa a sentar en la mesa de la cumbre a los representantes de ambas ciudades autónomas afectadas aunque la legislación estatal no lo contemple, son handicaps a vencer en las relaciones entre Marruecos y España. El problema de la inmigración ilegal empeora cada día. Se ha desbordado. Y el Ejército actuando ante las verjas fronterizas. Mientras, los gobiernos marroquí y español se hacen la foto sonrientes visitando Córdoba como si sus ministros fueran turistas. A pesar de la ley, Canarias está presente en el comité Averroes. Ceuta y Melilla como siempre, son las grandes olvidadas y las principales protagonistas. Injusto para dos ciudades españolas antes de que existiera el reino de Marruecos. Sobre todo, para Ceuta, cuyos habitantes decidieron mayoritariamente por voluntad propia y votando a mano alzada en el patio de armas de la ciudad ante su Gobernador -consulta que no sucedió en las demás regiones, hoy autonomías, consecuencia de conquistas o anexiones- unirse o seguir unidos a la Corona y Estado Español en época de Felipe IV, allá por el siglo XVII. Más españolidad es imposible. ¡Y que siempre sea Ceuta desde hace siglos ninguneada, olvidada y ofendida -junto a su hermana Melilla- por Madrid y por Rabat! Doblemente injusto.

José Esteban Rico Sogorb

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