Inauguró su mandato salvando bancos y matando embriones. Antes ya había montado su numerito nazi -sí, un hombre de color también puede comportarse como un nazi- con aquel aquelarre científico donde el recién nombrado presidente norteamericano se rodeó de matasanos científicos aduladores para firmar la condena a muerte de los embriones humanos sobrantes de la puñetera 'fecundación in vitro' (FIV).

Pero como el viejo chiste de "doctor quiero ser más vasco: quíteme medio cerebro", el presidente Obama va a más. Cada día es más abortero y ahora se ha declarado partidario del homomonio, mismamente cuando un trigésimo primer Estado de la Unión se niega a aceptar el matrimonio homosexual.

"Es importante para mí…", asegura Obama, como si se tratara de una oposición. Y no se crean, el presidente norteamericano ofrece argumentos: "He evolucionado…": ya saben que la palabra evolución es mágica, aunque cuando se evolucione hacia atrás. Obama es como una cebolla, cada día se quita una capa. El único problema es que, cuando quitas todas las capas de una cebolla, resulta que no queda nada.

Barack Obama no es el primer presidente en colaborar activamente con el Nuevo Orden Mundial (NOM) pero sí el que ha llegado más allá en la deshumanización del hombre que, después de todo, no deja de ser el principal objetivo del NOM. Ya sólo le queda declararse ateo pero eso debe esperar a su reelección, por una razón filosófica: los norteamericanos no aceptarían a un presidente ateo. Por eso, los ateos se llaman modernistas o progresistas, que es una forma de no creer en Dios sin tener que decirlo. Y hay elecciones en noviembre.

Insisto: yo también quería un negro en la Casa Blanca, pero no éste.

Eulogio López

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