Dos sacerdotes han sido asesinados en Cuba, durante el último mes. En Madrid una Iglesia ha sido atacada con cócteles molotov.

Casi lo de menos, porque lo cierto es que los templos españoles son atacados día sí y día también, pero la Jerarquía calla para no crear más tensión. En Irak, los fanáticos musulmanes atentan, no contra los marines norteamericanos, sino contra iglesias católicas.

Y todo esta cristofobia se desarrolla  mientras los católicos intentan pasar inadvertidos. Desaparecen los signos católicos de los lugares públicos -quizás porque son sacados- las imágenes se elevan a lo más alto para que no puedan ser bombardeadas con balas de pintura y hasta los mismos templos se construyen como si fueran escuelas, ambulatorios o polideportivos, con el fin de pasar inadvertidos.

Pues mire usted, por toda esta cristofobia, creo que la táctica debe ser la contraria: nada de pasar inadvertidos, hay que exhibirse, incluso más allá de la frontera siempre aconsejable de la naturalidad: cruces bien grandes, Iglesia que no esconden su condición, puertas abiertas de las iglesia durante 24 horas, símbolos religiosos bien a la vista (no como los rosarios paganos del hortera de C. Ronaldo, please), adoración perpetua, religiosas y religiosos -uno que es políticamente correcto- con traje talar, también en verano, que no se van a deshidratar. Es el momento del exhibicionismo católico. No hay que preocuparse por las consecuencias: los cristófobos saben perfectamente donde encontrarnos, así que, ¿para qué esconderse? Los cristófobos saben que nadan a favor de la corriente y que se aproxima una era de martirio.  

Eulogio López

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