La cadena qatari Al Jazzera (¡qué impertinencia!) se sumó allá por abril a la absurda campaña para restituir "el carácter islámico" de la catedral de Córdoba. Y lanzó su proclama, encima, coincidiendo con la visita del Rey Juan Carlos a varios países árabes (¡qué casualidad!). Pero lo más grave no era lo que pidiera la cadena de ese emirato dudoso o que dos meses después, en junio, hiciera lo mismo Hispan TV, el canal en castellano de la televisión iraní. Lo más grave era y sigue siendo la campaña en sí, planteada previamente por una cuadrilla de indocumentados (entre ellos lo más rancio de Izquierda Unida), para expropiar (como en las desamortizaciones del siglo XIX) ese templo, que pertenece a la Iglesia desde 1236 y que había sido, antes aún que mezquita, una iglesia visigoda. Hispanidad ha contado este año con una precisión ejemplar, de la mano de Cristina Martín, el periplo, las intenciones ocultas, la espiral de maniobras y la inconsistencia final de toda esa polémica. Basta con que pinchen en lo último escrito a raíz de la ocurrencia de Hispan TV, para que se enteren de todos los ingredientes de esta historia.

No voy a entrar, por tanto, en todo eso, que ustedes conocen: fue el rey Fernando III el Santo quien restableció en 1236 el culto cristiano en ese templo y que además, en 1523 se construyó una basílica, sin destruir la mezquita, que era una obra de arte. No habían hecho lo mismo los musulmanes, en el 786, cuando derribaron la basílica visigoda de San Vicente Mártir.

A lo que voy. Me pasa un paisano de Córdoba, orgulloso de su Mezquita-Catedral, como es lógico, el folleto que se entrega al turista que paga 'religiosamente' por visitar ese monumento, declarado en 1984 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El verano es buen momento para hacerlo, qué duda cabe.

"Es la Iglesia, a través del Cabildo, quien ha hecho posible que esta Catedral, antigua Mezquita, no sea hoy un montón de ruinas", se dice en el folleto para el visitante
En ese folleto, que está también en Internet, en el portal en el que el colegio cardenalicio de Córdoba da la bienvenida a los que se acerquen, se explica todo: los orígenes, la Iglesia madre de la diócesis, la intervención islámica y los sucesivos añadido a la mezquita inicial por Abderramán I, Abderramán II, Alhakén II y Almanzor, y la posterior transformación cristiana.

Quiero quedarme únicamente con la elegante 'reflexión final' de ese folleto, que tira por tierra cualquier debate, a no ser que nos estemos volviendo locos -muy probable- o que la sociedad española esté mucho más herida en su identidad de lo que a veces parece. Lo digo por algunos 'lelos' que creen que la mejor forma de convivir con el inmigrante musulmán que se instala en España, no es que se integre y aprenda, sino que nosotros nos integramos con él, renunciando a nuestras señas de identidad religiosas (somos esencialmente católicos), culturales y geográficas (somos esencialmente europeos) y políticas (somos esencialmente demócratas).

Dice esa reflexión final del colegio cardenalicio de Córdoba: "Es la Iglesia, a través del Cabildo, quien ha hecho posible que esta Catedral, antigua Mezquita del Califato de Occidente, y Patrimonio Histórico de la Humanidad, no sea hoy un montón de ruinas. Porque una de las misiones de la Iglesia siempre ha sido custodiar e inspirar el arte y la cultura. La visita a la Catedral de Córdoba puede despertar la exigencia de una Belleza más grande, que no se marchite con el tiempo. Porque la belleza, al igual que la verdad y la bondad, es un antídoto contra el pesimismo, una invitación a gustar la vida, una sacudida que suscita nostalgia de Dios".

¿Se acuerdan de las desamortizaciones de Mendizábal y Pascual Madoz en el siglo XIX Sólo sirvieron para enriquecer más a la aristocracia, a los terratenientes. En ese caso, para qué, ¿para invertir la historia Eso es lo que le gustaría a Al Jazzera, Hispan TV y a una cuadrilla de indocumentados.

Mariano Tomás

Mariano@hispanidad.com