Por primera vez los animales han tenido voz en el Parlament, he escuchado a una defensora de los animales. Esto es una falsedad tremenda, señores. En todos los parlamentos regionales, así como en los nacionales, los animales siempre han tenido voz y hasta voto, vaya que sí.

Los catalanes no son calculadores ni mezquinos. Por contra, son románticos. El problema del catalán, y es grave problema, es su sentimentalismo. El seny catalán les hace razonables, pero su sentimentalismo les convierte en majaderos. Lo digo con todo afecto porque a mí los catalanes me caen bien. Son gente con la que se puede hablar, con menos prejuicios y menos soberbia que en otras regiones españoles. Y la soberbia sí es un defecto peligroso, el peor de todos.

Ahora bien. Cuando Puigcercós asegura que prohibir los toros no es una medida antiespañola sino en defensa de los animales, es su sentimentalismo el que miente, y es un sentimentalismo liberticida el que lleva al Generalitat a prohibirlo todo en nombre de presuntos principios morales.

Ojo, lo del nacionalismo catalán con su prohibición de la fiesta no es más que una forma de fastidiar a los españoles. Pero cuidado, la filosofía que subyace detrás es mucho más estúpida y mucho más tenebrosa: los animalistas no se van a conformar con prohibir las pieles: ahora quieren prohibir comer carne o pescado y llegaremos a aquella genial escena de la película Notting Hill. Sí, aquella frutícola no comía verduras arrancadas porque habían sido asesinadas.

Fue un catalán, el locutor don Jordi, de La Noria, quien aseguró que no se pueden luchar contra los sentimientos. Pero hombre, Jordi, si la educación consiste precisamente en educar los sentimientos hacia el bien, la verdad y la belleza. No es el corazón el que hace libre al hombre sino la razón y la libertad. Los sentimientos no son libres, nos vienen dados. En uso de la libertad, los encauzamos hacia el bien, y entonces somos felices, o nos desesperamos.

Lo más grave de prohibir la fiesta es que forma parte de esa corriente que trata de animalizar al hombre y humanizar a los animales. Como a Chesterton, me gustan los perros mientras se comporten como perros. No hay nada más peligroso que otorgarle al irracional la condición de ser libre. La prueba del nueve: apoyar el aborto y prohibir los toros.

Por lo demás, todo el mundo sabe que un toro de lidia vive como un rajá. Cinco años a cuerpo de rey para tener una muerte mucho más noble que la vaca en el matadero o el ternero que nos comemos en filetes. Por lo demás, estamos hablando de un hombre que se enfrenta a una fiera con un trapo. Como no podía ser de otra forma, la fiesta ha generado afición, pasión -que es un sentimiento- y hasta un lenguaje inigualable. Por algo será.

Catalanes, incluido el señor Artur Mas que ha votado por la supresión de la fiesta: meditad un momento.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com