El Gobierno Zapatero está "vendiendo" a la opinión pública que la descongelación de las relaciones diplomáticas con la dictadura castrista ha permitido la mejora de los derechos humanos. Así lo defiende también el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Incluso la responsable de Política Exterior del PSOE, Trinidad Jiménez, consume este discurso. Todos apelan a las últimas excarcelaciones del régimen castrista.  

La realidad, sin embargo, es tozuda. Según datos de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, en el último año se han producido 21 nuevas encarcelaciones frente a las 14 excarcelaciones. Es decir, lejos de mejorar, la situación de los derechos humanos en la isla, empeora. A esto hay que sumar lo que el Premio Nobel de la Paz, Vaclav Havel, califica de "apartheid diplomático" practicado a la disidencia cubana.

Este "apartheid" se suma al turístico. Como es sabido, los cubanos no pueden disfrutar de los hoteles instalados en la isla, exclusivos para extranjeros. El Gobierno español se empeña, sin embargo, en vender normalidad, incluso "fascinación", en palabras del presidente andaluz, Manuel Chaves. Pero la realidad es que el régimen pisotea de manera regular los derechos laborales de unos trabajadores sometidos a una especie de nueva esclavitud. 

La actitud del Gobierno sólo se explica por la alucinación ideológica o la protección de los intereses españoles. En el primer caso, convendría ajustar la política y las posiciones a la realidad. Y la realidad es que no hay derechos ni tampoco avances. En el segundo caso, resultaría bastante incoherente con el discurso socialista de la defensa del trabajador. En todo caso, la posición del Gobierno español está empezando a ofrecer oxígeno a un régimen ahogado que ha encontrado en Lula-Chávez-Zapatero su nueva tabla de salvación.