Sr. Director:
Cosas así deberían ser noticia de cuando en cuando. Escuchando una emisora de radio, oigo cómo anuncian un potingue a base de veneno de serpiente para quitar las arrugas de la piel y hacer que las mujeres no envejezcan nunca.

Este anuncio ha traído a mi memoria el último cumpleaños de mi mujer. Al preguntarle qué quería que le regalase para su cumpleaños, ella me pidió una crema contra las arrugas,  porque quería que siempre la viese guapa, le dije que yo la veía siempre muy guapa, la más guapa de las mujeres.

Este escrito es para decirle a mi mujer por qué no le regalé ese potingue,  no me atrevo a decírselo de viva voz; temo emocionarme demasiado y no explicarlo bien.

Cariño, no quieras enmendarle la plana al tiempo y a la naturaleza, la belleza en las mujeres como tú crece con el pasar de los años;  quiero que el tiempo poco a poco vaya adornando tu rostro como adornó el rostro de mi madre,  dibujando sonrisas  en él, ¡sí! ¡Sonrisas! Eso que tú llamas arrugas no son sino sonrisas, sonrisas que embellecen y ennoblecen el rostro de quien consumió su vida sacrificándose por los que le rodeaban, ¡sí, cariño! Tú no llamas sacrificio a la amorosa dedicación con que nos has cuidado y nos sigues cuidando, no lo llamas sacrificio porque en esa entrega te has sentido feliz, con ello nos has hecho y sigues haciéndonos felices a quienes te queremos, y nos gusta contemplarte tal y como eres y, ver esas sonrisas que son el recuerdo de nuestras alegrías; el nacimiento de los hijos que Dios nos ha confiado, sus bautizos, sus primeras comuniones, sus bodas, sus éxitos, etc.

Las arrugas sólo salen en los rostros de quienes han hecho de sus cuerpos a base de potingues y otras artes, el retrato de Dorian Gray, esas si son arrugas, arrugas feísimas que fue tejiendo el desamor,  porque aun cuando ellos dicen hacer mucho el amor, lo que hacen no es amor, es otra cosa  que por respeto a ti y a quien esto lea no escribo, esas arrugas que de momento tapan los mejunjes con venenos de víboras, cuando la naturaleza y el tiempo se imponen cruzan sus rostros dándoles un aspecto horrible.

Amor mío, tú sabes que yo no soy poeta, pero ahí te dejo estos versos, no son míos, son de María, la de mi pluma de cristal que como es muy buena estoy seguro que no le importará que se los tome prestados para decirte con ellos lo mucho que te quiero.

Besos perfumados con sabor a ti, / yo los saboreo alimentándome de ellos, / calmando la sed de mis labios.

Caricias que envuelven mi piel, / que me miman y me hacen sentir, / recibiendo tu aroma.

Abrazos que anidan en mí, / que los atrapo y no los quiero soltar, / refugiándome en ellos

Juan Escribano Valero

juan_e_valero@hotmail.com