Ya no vivimos en la era de las conspiraciones sino de los consensos. Por eso, el camino hacia la tiranía no discurre por revoluciones, golpes de estado, asonadas militares o conciliábulos, sino por la creación de estados de opinión, es decir por la aplicación de tópicos y consignas que se aceptan de forma acrítica. La figura de la dictadura en el siglo XXI no serán los campos de internamiento sino los sanatorios de rehabilitación y el instrumento del sátrapa no serán las fuerzas de seguridad sino periodistas y psicólogos.

Así, toda medida que reduzca la libertad del ciudadano debe venderse como una norma necesaria en aras de la seguridad de dicho ciudadano. En aras de su seguridad o de su salud, que no deja de ser una variante de esa búsqueda de esa seguridad total, es decir imposible o inalcanzable.

En España tenemos dos ejemplos muy concretos, la Ley Antitabaco y ahora el carné por puntos. He aquí, dos normas que atentan directamente contra la libertad del individuo que la mayoría ha aplaudido porque, gracias al concurso mediático, han sido vendidas como muy beneficiarias para la salud o la seguridad vial. Lo de menos es el éxito que dichas medidas hayan obtenido. Al parecer el carné por puntos no ha reducido, sino mínimamente y a pesar de la enorme presión policial en sus primeras 48 horas de aplicación el número de muertos en carretera. Pero es que aunque hubiesen logrado sus objetivos, el fin no justifica los medios y la merma de libertad que provocan no se compensa con éxito alguno.

Pero es que en nombre de la salud y la seguridad se están produciendo leyes mucho más salvajes. Entre todas ellas destaca, la ley nazi de la ministra de Sanidad, Elena Salgado sobre manipulación de embriones humanos, una ley que Adolf Hitler no se hubiese atrevido a sancionar pero que en España aplaudimos porque podría curar enfermedades.

No lo duden para acabar con la libertad nada más eficaz que implorar la seguridad.

Eulogio López