Sr. Director:
Ahora que por fin exigimos cuentas y resultados a nuestros políticos y autoridades, creo que va siendo hora de evaluar las campañas de educación afectivo sexual que desde tantas instancias públicas y privadas nos cuestan a los contribuyentes, año tras año, millones de euros.

Lamentablemente, las exponenciales cifras de enfermedades de transmisión sexual, embarazos adolescentes y abortos juveniles parecen exigir una reconsideración urgente de los prismas desde los que imparten este tipo de talleres.

Podría decirse que la educación afectivo sexual impartida desde la Ideología de Género, dominante en determinadas esferas políticas, es el equivalente de autorizar a nuestros jóvenes a conducir su moto a toda velocidad, sobrios o no, por urbano o despoblado y con cualesquiera condiciones meteorológicas, siempre y cuando no se quiten el casco, claro.

Seguir con talleres en colegios e institutos que se limitan a instruir sobre la colocación de preservativos y a la enumeración de actividades erotico-festivas en boga, sin hablar de amor, afecto, madurez, desarrollo personal, complementariedad... es, a día de hoy, el equivalente a seguir vendiendo preferentes en los bancos.

Espero que el político o la autoridad que siga apoyando esta clase de actuaciones responda, algún día, de su comportamiento legal sí, pero nada ético, que se dice tanto ahora.

Fernando de Pablo Gómez