Doña Carme Chacón, ministra de Defensa, tras postularse como presidenta del Gobierno, en su doble mérito de mujer y catalana, ha soltado la siguiente perla Tenemos los ejércitos que Azaña soñó hace 80 años.

En pocas palabras, he aquí descrita una dolorosa constatación y un escalofriante temor, ambos envueltos en un asombroso parabién.

La constatación es que el Ejército español está tan moribundo que, como Google, se reproduce en expansión viral. Es decir, que ya no hay un solo ejército sino varios, lo que sin duda habla de la unidad de la milicia nacional. Pero sí, hay que reconocer que es una definición rigurosa del desastre en el que ha caído el Ejército español, desastre que le debemos a dos protagonistas. El Partido Popular, que eliminó la conscripción, y con ella la idea de servicio a la patria, que no es sino lógica y justa contraprestación del ciudadano con su país, liquidó la moneda de cambio con la que ese ciudadano devolvía a la sociedad española, la patria, lo que esa sociedad ha hecho por cada uno de nosotros desde sus primeros vagidos.  

En segundo lugar, el Zapaterismo, que ha llenado la cúpula militar de militares progres que aman a España tanto como aborrecen sus principios cristianos. Aunque esta tendencia, lo que antes llamábamos moda, ya comenzara con el ínclito Federico Trillo.

Y un temor: sí me temo que nuestros ejércitos son los que soñó Manuel Azaña, aquel personaje lamentable que en algo coincidía con Zapatero: su insondable cobardía. Era don Manuel hombre de miedos físicos y morales, éstos más graves que aquéllos. Era hombre que buscaba siempre la frase idónea que envuelve una idea falsa, para eludir sus responsabilidades, el hombre que no protegió a los católicos cuando eran masacrados por los milicianos de izquierdas. Esa cobardía fue su ruina. Habrá que repetirlo: Franco nunca hubiera ganado la cruenta guerra civil si el muy democrático Régimen de la II República no se hubiera comportado de forma tan poco democrática como la que supone perseguir y asesinar a todo aquel que confesara su fe en Cristo o perteneciera a un partido derechista, aunque esto, en la España de los años 30, era el adjetivo, no el sustantivo.

Fueron gente como Azaña los que forzaron a los católicos a alzar la bandera de los golpistas, más que nada porque si no, los masacraban. Como ya he comentado otras veces: me gusta la democracia, es mi sistema de gobierno favorito, pero en 1936 hubiera apoyado la rebelión franquista, sin dudarlo. Cómo no hacerlo, si los demócratas te asesinaban por tu fe. Si Franco se hubiera marchado pocos años después de finalizada la contienda, yo no tendría nada que reprocharle e incluso mucho que agradecerle.

Azaña rompió el Ejército español, lo partió en dos. Frente a él tuvo a los católicos y a los militares que no soportaban el caos. Sólo al final de su vida imploró paz, piedad y perdón, pero esas son virtudes que exigen mucho coraje y gran fortaleza, la que él no tuvo cuando disponía de los medios para ejercerlas... pero optó por no jugarse el cargo.

Sí, me temo que, en 2011, tenemos los ejércitos que soñara Azaña. Y me lo temo mucho. Un panorama realmente inquietante, señora ministra. Si usted aspira a ser presidenta del Gobierno de España hágame un favor: no sea usted tan frívola, que parece usted feminista.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com