Seguimos con la encíclica del Papa sobre la caridad, es decir, sobre la economía: El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula la relación de dar y recibir entre iguales.

Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado. Pues bien, Benedicto XVI no se queda ahí: da un paso más hacia la gratuidad (36). Hombres, empresas y gobiernos deben tener en cuenta este es nuevo elemento: la donación sin esperar nada a cambio. De hecho el llamado tercer sector, o la llamada responsabilidad social corporativa son ejemplos de esta gratuidad o espíritu de donación. Porque sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia (37). Probablemente sea ésa una de las grandes novedades de la encíclica. ¡Ah!, y la gratuidad no se puede dejar en manos del Estado.

Más. Uno de los mayores riesgos es, sin duda, que la empresa responda casi exclusivamente a las expectativas de los inversores en detrimento de su dimensión social. Es decir, el Papa no aprueba la tan maniatada frase de optimizar el valor para el accionistas, dado que considera (40), que la empresa también se debe a otros interesados. Como trabajadores, proveedores y consumidores. Por cierto, lo de proveedor representa toda una novedad.

Como siempre, la Iglesia se enfrenta al fatalismo. Benedicto XVI ha dedicado más atención a la globalización que ningún  otro Pontífice, quizás por que el toca. La globalización en sí no es ni buena ni mala (42), sólo cuando se entiende de forma fatalista es cuando puede suceder cualquier cosa... y pocas buenas. Bien entendida, la globalización ofrece la posibilidad de una gran distribución de la riqueza a escala planetaria.

Eulogio López

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