Mientras, Zapatero, con el dinero de los españoles, financia a las familias. El presidente del gobierno anuncia el mayor plan de la democracia sin explicar de dónde saldrá el dinero ni a qué se destinará. Y Rubalcaba ejerce de ministro de Economía con su mentirosa brillantez.

La crisis económica no es excusa para luchar contra el cambio climático, asegura, sin inmutarse, el presidente de turno, saliente, de la Unión Europea, Nicolás Sarkozy, quien, dicho sea de paso, ha aprovechado su despedida para ejercer la autocrítica: considera que su semestre de presidente de la Unión puede calificarse de muy bueno, no de sencillamente genial.

El mensaje, en el que ha contado con el entusiasta apoyo de Francia e Italia, y la reticencia alemana, es que la crisis económica no es excusa para abandonar la lucha contra el cambio climático. Ahora bien, lo que Sarkozy y sus colegas británicos -Gordon Brown, e italiano -Silvio Berlusconi-, entienden por energía limpia es la energía nuclear, Y, en efecto, frente al calentamiento global la energía nuclear es tan efectiva como las llamadas renovables -eólica, solar y biomasa, principalmente-, además de ser la energía que ofrece mayor ventaja competitiva para cualquier economía, al posibilitar una fuente energética asequible a todo el tejido industrial.

Ahora bien, Francia, con el reactor de tercera generación en el mercado, el de cuarta en proyecto y todo ello sin perder de vista la definitiva fusión nuclear, y con la pila de hidrógeno como futuro combustible para automóviles, se dispone a imponer, en nombre del cambio climático, su supremacía económica en el continente. Francia e Italia ya han aceptado unirse a esa tecnología, mientras Alemania, que no ha desarrollado su potencial nuclear por el peso del voto verde en la socialdemocracia, mira con recelo la alianza italo-franco-británica bajo la dirección tecnológica, y por tanto política, de París. En el siglo XXI, la energía se ha convertido en la variable clave de la economía.

España ni tan siquiera mira con recelo a la triple alianza. Con un presidente del Gobierno enamorado de molinillos y huertos solares como un ecologista adolescente, España se ha quedado descolgada de la locomotora y continúa utilizando el dinero de los españoles en hacer todavía más ricas a unas cuantas familias multimillonarias que han hecho de las renovables -especialmente de la más primada, cara e ineficiente de todas ellas, la energía solar- su nueva mina de oro. Me refiero, muy especialmente, a los Entrecanales (Acciona) y a los Benjumea (Abengoa).

A los datos me remito. A pesar de lo que han protestado los productores de solar, verdaderos caza-subvenciones, han protestado tras el decreto de septiembre, lo cierto es que las renovables recibieron en 2008 más de 2.800 millones de euros de subvenciones públicas y que en 2009 van a recibir nada menos que 4.000 millones, un aumento curiosamente oscurecido.

A cambio, los españoles tendrán que pagar vía tarifa de la luz y vía impuesto, en forma de déficit de tarifa, los millones que se embolsan los productores.

La diferencia entre Sarkozy y ZP es que cuando oye hablar a Al Gore de cambio climático Sarkozy está pensando en venderle un reactor nuclear mientras Zapatero piensa en subvencionar molinillos.

Por lo demás, la Cumbre europea sólo ha servido para vender el enésimo plan de ayudas públicas. Zapatero ha entrado en éxtasis para anunciar su enésimo plan reactivador de la economía española, la cabeza del paro en Europa. No dejó pasar ni 24 horas tras el vago acuerdo de reactivación pública asumido por Europa. Compareció ante la prensa para anunciar el mayor plan de inversión pública de la democracia. En pleno éxtasis zapateril, nos quedamos sin saber ni de dónde saldrá el dinero ni a qué se dedicará. Esto sólo es posible en España.

Y el mismo sábado, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba se postulaba como vicepresidente económico. Con su brillante capacidad para la mentira, Rubalcaba ha destacado algo cierto para defender algo falso: ha criticado la demagogia del PP cuando habla de apoyar a los bancos, cuando lo cierto es que está proporcionando liquidez al mercado. Y eso es cierto, pero Rubalcaba sabe que el pecado de la banca española no es la especulación sino los créditos apalancados: todo el potencial crediticio de la banca española se ha derrochado en financiar a una docena de inmobiliarios y media docena de constructores, que encima le han dejado una mora imposible, y por eso ahora precisan dinero público. Y Rubalcaba sabe que el Gobierno ZP se ha aliado con esa oligarquía hiper-endeudada al grito de aquí no quiebra nadie. El público estadounidenses está pagando a sus ambiciosos banqueros de inversión y el público español está pagando a sus ambiciosos promotores inmobiliarios. El caso Lukoil-Repsol-Sacyr resulta ilustrativo.

Eulogio López

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