Va una lesbiana, de las que no quieren ser mujer pero sí madre (ya saben, toda una experiencia), se mete una jeringuilla con esperma de no se sabe quién -qué importa- y tiene un niño por fecundación asistida. Luego exige a los tribunales que su hijo sea adoptado por su pareja.

Ella no tiene esposo con quien se haya comprometido a convivir, la madre adoptante tampoco, el hijo no tiene padre reconocido ni padre ejerciente... pero la sociedad debe darle el visto buenoPues resulta que un tribunal francés -qué cosas- asegura que no, que no hay adopción y que, como diría el inefable Rodríguez Ibarra, "yo busco parejas para los niños, no niños para las parejas". Así que deniega el caprichito de las lesbianas. 

Una lesbiana tiene un hijo por fecundación asistida, pero un tribunal francés deniega que sea adoptado por su pareja

Me lo envía el juez Fernando Ferrín (en la imagen), condenado, marginado, ninguneado, destrozado por un caso similar, sólo por atreverse a aclarar si la mejor forma de que se eduque una niña es que sea creada por dos lesbianas. Y eso que él no sentenció sobre la adopción. Si llega a sentenciar en contra, con el francés, le fusilan.

La pregunta sigue siendo: ¿Dónde está el límite Porque sin límites tampoco existen principios. Para ser exactos, no existe nada.

Eulogio López

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