Sr. Director:
Una extraordinaria película de 1937, con un gran reparto encabezado por Spencer Tracy y Freddie Bartholomew, presenta a un niño acostumbrado a tenerlo todo sin más que pedirlo, y olvidado de su padre demasiado metido en su trabajo.

Fortuitamente se encuentra a bordo de un pesquero, donde un marinero portugués -Manuel- con afecto y paciencia, le va a  mostrar la belleza y beneficios de esforzarse en la vida. La multitud de comentarios que he leído sobre ella son coincidentes en la importancia que para la educación de los niños y los ya menos niños tiene el esfuerzo, así como el sentirse apreciado.

Si no la ha visto se la recomiendo, y más aún al pleno del Congreso para que modifiquen las funestas leyes de educación que sufrimos desde la trágica LODE, rematada con el atentado de la EpC.

Desde hace 25 años asistimos al espectáculo de un creciente deterioro de los planes de educación, la degradación del principio de autoridad en las aulas, y a una desaforada carrera hacia la búsqueda del placer y la tendencia a descargar en los demás las culpas de los propios actos. La cultura de la muerte -el aborto provocado- es el máximo exponente  de ello: los embarazos no deseados son consecuencia   -directa o indirecta- de una acción voluntaria, cuyos efectos no debe pagarlos el inocente.

Amparo Tos Boix