El ministro Sebastián no le admite la salida, al menos hasta que se aclaren los problemas del gas, las subvenciones a las renovables y el plan del carbón

 

La política energética del Gobierno hace aguas por todos sitios mientras Zapatero y Rubalcaba miran hacia otro lado.

Pedro Marín Uribe
, secretario de Estado de Energía desde abril de 2009, es uno de los hombres de confianza de Miguel Sebastián. Es profesor de Economía del vivero universitario socialista (la Carlos III). Para ser exactos, Marín Uribe es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Valencia y máster en Economía por la London School of Economics. Ha ejercido la docencia en la Universidad Carlos III de Madrid, donde es profesor titular en el Área de Economía Aplicada y donde ocupó el puesto de vicedecano para la Licenciatura en Economía en la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas.

Hombre de confianza del ministro Miguel Sebastián, Marín trabajó con él en la Oficina Económica de Moncloa y ha sido secretario general y secretario de Estado de Energía.

15 días atrás presentó su dimisión al ministro, no por discrepancias con Sebastián, sino por las tragaderas del responsable del departamento ante Moncloa, en concreto ante Zapatero y Fernández de la Vega. No es que Sebastián y Marín discrepen. Antes al contrario, mantienen similares opiniones en los asuntos clave: ninguno de los dos quería cerrar Garoña, los dos querían el cementerio nuclear, ambos se han encontrado una herencia maldita en el asunto del gas argelino, no creen en el demagógico plan del carbón y, sobre todo, se opusieron a las generosas subvenciones a la energía solar, una verdadera lacra para todo el tejido industrial español y para el déficit público.

Lo que Marín reprocha a Sebastián es su falta de firmeza: el presunto superministro de Industria, en su opinión, se ha quedado en ministrillo. Y el sector energético apoya la tesis: Sebastián fue bien recibido por petroleras y eléctricas como hombre que sabía de lo que hablaba, pero sus continuas cesiones ante el ecologismo ruinoso de Moncloa le han convertido en un ministro sin influencia alguna, ni en el Gabinete ni en la política económica. Manda menos que un gitano en un juzgado.

Eso sí, Moncloa no puede permitirse que las ratas abandonen el barco, especialmente tras una crisis de Gobierno. Aquí no dimite nadie.

Conclusión: Marín no aguantó más el ridículo al que se ve sometido y presentó su dimisión a Sebastián, que no se la aceptó. Sebastián no puede permitirse que le dimita su secretario de Estado de Energía en plena batalla, envenenada batalla, para reducir las impagables primas a las energía solar -con los bancos de inversión que financian la fotovoltaica amenazando al Ministerio- y con los tribunales dándole la razón a las eléctricas a cuenta del demagógico plan del carbón. Las subvenciones a las renovables puede alcanzar este año los 7.000 millones de euros, mediatizados por las presiones de las grandes empresa comprometidas en una energía eficiente y carísima (sobre todo ACS, Acciona, Abengoa e Isolux) y con un plan de ayudas al carbón nacional que elevará las subvenciones hasta los 200.000 euros anuales por minero en activo.

Hasta que estas dos cuestiones, a las que habría que unir las negociaciones con Argelia por el precio del gas, no se aclaren, Marín debe continuar en su puesto. La verdad es que en el sector energético se duda de que aguante mucho más sin presentar su dimisión irrevocable. De hecho, ya se piensa en el sustituto, pero no son muchos los que aceptarían meterse en ese huerto.

Que la política económica del Ejecutivo Zapatero es un desastre es una convicción muy extendida pero ahora se abre camino la segunda conclusión: y de todas esas políticas, la más dañina es la energética. Mientras Zapatero y Rubalcaba miran hacia otro lado.

Miriam Prat
miriam@hispanidad.com