Un joven de 32 años, canadiense, se convierte al Islam, cambia de nombre y, ya puestos, asesina a un soldado. (En la imagen, el muerto, Nathan Cirillo). No, no era un inmigrante clandestino, era un canadiense, formado en el puritanismo frío de aquel país anglosajón. No es el primer caso, claro, porque resulta que los occidentales no les hemos proporcionado un sentido cristiano de la vida a nuestros hijos y entonces ellos se buscan su propio sinsentido para sustituir el vacío. ¿Y qué mejor que un credo, herejía prosaica de cristianismo, que les ofrece una causa por la que morir o al menos por la que matar

El hombre siente horror al vacío y si no tiene nada mejor, lo llena con lo que puede. ¿De qué nos extrañamos

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