Que no, que las cajas de ahorros no han sido el pozo de corrupción que los mercados financieros están empeñados en que sean, porque a los especuladores sólo les interesan los bancos-sociedades anónimas. Las cajas no son el pozo de corrupción que los políticos españoles quieren que sea porque ya son esclavos del vértigo de salvaciones públicas de bancos en crisis en la que se ha convertido Occidente.

Tampoco son el pozo de corrupción que pretenden los propios banqueros, deseosos de quitarse de enmedio a su principal competencia y forrarse con su crisis.

Tampoco son las cajas lo que pretenden todos los periodistas y tertulianos papanatas que repiten los tópicos que reparte el poder. Tópico uno: las cajas son chapuceras mientras los bancos son profesionales sin tacha. Tópico dos: las cajas estaban politizadas y gestionadas por políticos aprovechados.

Y tampoco son las cajas esos lupanares que pretenden otros papanatas, seguidores de tópicos lanzados por el poder político-económico. Me refiero a jueces y fiscales. Ahora resulta que los cajeros cobraban más que los banqueros. ¿Pero es que nos hemos vuelto todos idiotas? Los directores de cajas de ahorros no cobraban ni la cuarta parte que presidentes y ceos de la banca. De hecho, si la aniquilación de las cajas de ahorros ha podido perpetrarse en un lapso tan mínimo de tiempo ha sido porque los propios cajeros han acelerado el cambio para poder cobrar como banqueros.

Las cajas de ahorros son obra de la Iglesia y de corporaciones locales, creadas para combatir la usura de los banqueros. Han sido la mayor aportación financiera al mundo de dos países de raigambre católica: Italia y España, precisamente, por pura casualidad, los dos países donde las cajas de ahorros han sido más fuertes.

Y no, las cajas no han caído por su politización, aunque naturalmente, la LORCA que promulgara Felipe González en 1985, dejó a estas entidades en poder de las comunidades autónomas, en lugar de haberlas dejado en poder de los opositores, que es lo propio de entidades mutuales. No, las cajas de ahorros han caído por Basilea, ese aquelarre donde se entrecruzan los intereses políticos y los económicos del Nuevo Orden Mundial (NOM) anticristiano. Los políticos salvan con dinero público los desafueros de los bancos y éstos, a cambio, son cada vez más grandes y le compran a los políticos aquello de lo que los políticos viven: la deuda pública. Conclusión: el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS) ha exigido cada vez más capital a bancos y cajas, pero sabedores de que las cajas de ahorros no podían acudir al mercado de capitales en las mismas condiciones que los bancos.

En resumen, las cajas han caído porque Basilea odiaba, no sólo su condición de entidades mutuales sino también su condición de entidades locales, esto es, pequeñas. Y si hay algo que el Nuevo Orden detesta es lo pequeño: por eso ama tanto la globalización.


Por lo demás, insisto: la historia de las cajas de ahorros españolas no es la historia de una politización. Ejemplo: la caja más solvente es la Kutxabank, una de las más politizadas, presidida por Mario Fernández, ex vicelehendakari del Gobierno vasco (en la imagen).

Por su parte, con la desaparición de las cajas de ahorros ya saben lo que perdemos: obra benéfico-social, crédito hipotecario a los particulares, créditos a autónomos y pymes y sobre todo, el sostén de industrias estratégicas españolas. Mientras Santander y BBVA huían de las empresas y Basilea cargaba contra la participación de las cajas de ahorros en eléctricas, empresas de infraestructuras, telecos, etc., las cajas se quedaban.


Nos hemos cargado (tanto el PSOE como el PP, que conste) las cajas de ahorros y lo vamos a pagar muy caro. Pero, en el entretanto, nos divertimos practicando el primer deporte nacional español: el cainismo. Aquí, en cuanto encontramos un culpable en quien practicar la venganza nos olvidamos de la justicia... y hasta de la buena educación.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com