El ilustre ministro principal del secundario enclave Gibraltareño, un tal Picardo, ha tenido a bien recibir a los pescadores españoles de la zona que sobreviven pescando en aguas que Gibraltar, porque le da la realísima gana, ha decido que son suyas, una superficie marina mayor que la propia roca.

¡Qué bueno que es Picardo! Si las condiciones ecológicas lo aconsejan -cosa importante la ecología de las aguas marinas pegadas a la roca- les permitirá faenar durante unos cuatro meses. De paso, Picardo, gobernante de un paraíso fiscal británico, se las da de estadista, mientras el gobierno de Madrid mira hacia otro lado.

La chulería llanita, y la mayor chulería británica debe ser respondida de la única forma posible: cerrando la verja, encerrando a los llanitos en su querido terruño y prohibiendo a las firmas españolas que abran sucursales en tan repugnante paraíso fiscal. Y no hablo de romper el acuerdo sobre cielos abiertos pero sólo por muy poco.

Insisto: la única forma de hacer que los británicos cedan es meterles miedo. Como se lo metieron los chinos y corrieron a cederles Hong Kong.

Señor Margallo (en la imagen), espabile.

Eulogio López

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