En la madrugada del lunes, hora local europea, un apacible atardecer de Washington. George Bush y su hombre de Wall Street, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, decidieron que había que ofrecerle 16.000 millones de euros al -ya no- primer banco del mundo, el Citigroup, más conocido por el Citi, o banco de la ciudad.   

Menuda herencia que va a dejar Obama un país endeudado, pero eso no disgusta al nuevo presidente que aplaudió con entusiasmo, mucho más entusiasmo que el republicano McCain, y muchísimo más que la única opositora al plan de Rescate bancario de la Casa Blanca, Sarah Palin.

De hecho, la continuidad en la Casa Blanca se presume perfecta. Tanto es así que Timothy Geithner, el hombre de la Reserva Federal de Nueva York, el mismo que se ha prestado a apoyar el salvamento de los provocadores de la crisis será el nuevo secretario del Tesoro. Y otro especulador de la Calle del Muro, Laurence Summers será el asesor económico presidencial.

Tan plutócrata es Bush como Obama. Éste, además, une a su condición de plutócrata la de demagogo. A bombo y platillo nos ha anunciado un plan de 700.000 millones de dólares en infraestructuras, por lo que creará 2,5 millones de empleos. Dejando a un lado el hecho de que con esa inversión, ni con diez veces la misma, se crean esos puestos de trabajos, llama la atención dos cosas:

1. Esa cantidad es algo menos de lo anunciado para salvar a los bancos especuladores... en una primera etapa.

2. ¿De dónde va a salir el dinero, en un país con un déficit fiscal impresionante, para salvar bancos y, a la vez, realizar infraestructuras?

El uno se despide salvando al Citi, un banco universal metido a especulador, el otro llega de la mano del hombre que no supo diagnosticar el cáncer del Citi. Sean republicanos o demócratas, tanto monta, monta tanto: son dos esclavos de Wall Street.

Eulogio López

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