Tras la visita del papa Juan Pablo II a la isla en 1998, se abrió una especie de primavera para la cristiandad en la dictadura castrista. Los curas abrieron las puertas de las iglesias y la santería dejó de incordiar a los católicos, al menos más de lo debido.

Pero a Fidel le duran poco los nuevos propósitos, así que cuando, en enero de 2001, al embajador español en al Habana se le ocurrió organizar una Cabalgata de los Reyes Magos por las calles de La Habana antigua, le llovieron insultos desde el régimen, con el propio Castro a la cabeza (cuando se trata de insultar, Castro siempre está a la cabeza). Todo porque los diplomáticos españoles se disfrazaron de Melchor, Gaspar y Baltasar (menos mal que no acudieron los verdaderos Reyes Magos) y pasearon en unas carrozas y repartieron golosinas entre los niños. El diario Juventud rebelde, un título curioso en una prensa cubana que no sólo está dominada por el régimen, sino que es tan plúmbea como un discurso de Fidel, habló del nuevo imperialismo español supongo que confundiendo a Melchor con los austrias y a Gaspar con los borbones (el negro, al parecer, es más de gusto del régimen), y la cantidad de estupideces proferidas por el Régimen castrista superó todas las marcas. Con el triunfo de la revolución, las festividades de Navidad y Reyes fueron prohibidas por el régimen.

Temí que en aquellos momentos la progresía española, de izquierdas y de derechas, comenzara a suprimir cabalgatas de los magos en España, supongo que para no ofender a los agnósticos, del mismo modo que la Generalitat del Tripartito quiera prohibir los belenes en los colegios para no herir la susceptibilidad de los inmigrantes musulmanes. Todo sea por el laicismo. Pero no, al parecer, suprimir las cabalgatas de reyes representa en España algo tan tonto como aquella propuesta de Tierno Galván, quien propuso, en plena transición, suprimir la paga extra del 18 de julio, dado que conmemoraba la fecha del oprobioso alzamiento nacional o golpe de estado de un grupo de militares dirigidos por Francisco Franco. Casi le corren a boinazos: la paga de julio no se toca, conmemore lo que conmemore.

Y también recuerda aquel momento en que la Conferencia Episcopal amenazó con retirar del calendario la celebración de la Epifanía si el Gobierno seguía tocándole la moral precisamente la moral- con la desaparición de otras festividades religiosas. De súbito, los comerciantes españoles se volvieron píos, y decidieron que la festividad del 6 de enero debía mantenerse como pieza clave de la identidad nacional.

Pero no ocurre así en el mundo hispano. Lo cierto es que la conmemoración de los Reyes Magos es muy española, y fiesta en España, Italia, Austria y Suecia, pero, ay dolor, no en Hispanoamérica.

Precisamente en Hispanoamérica, donde Evo Morales, el nuevo presidente boliviano recibido con todos los honores en Madrid, afirma que aquí el único terrorista que existe es Bush. En una Hispanoamérica dominada ahora por el indigenismo populista pero que festeja a Papa Noel, es decir, una moda de origen europeo pero plasmación norteamericana. No sé si Bush es un terrorista y si todos los estadounidenses son imperialistas odiosos, pero lo cierto es que la izquierda hispana no hace otra cosa que imitar su modelo de vida.

Y es que las dos fuerzas que se enfrentan en el mundo, habrá que repetirlo, no es el socialismo de Castro, Chávez o Evo Morales, frente al capitalismo norteamericano. Que no. Los unos son progres de izquierda y los otros de derechas, pero ambos son lo mismos. Las dos fuerzas que se enfrentan son aquellos que creen en algo contra los que no creen en nada. Se enfrentan cristianos contra relativistas, católicos contra progresistas, trascendentes contra modernos. Todo lo demás, son enfrentamientos huecos, donde no se lucha por convicciones o ideas, sino por intereses económicos o incluso por personalismos. Bush y la derecha política representan a la teología de la nación, mientras el nuevo indigenismo populista es la teología de la liberación. Y ninguna de esas teologías es cristiana. Son dos formas de progresismo.

Que no, que la batalla está en otro lado. Ahora, la progresía occidental, por ejemplo los articulistas españoles, están convirtiendo a Evo Morales en su ídolo. Hemos pasado de la chaqueta verdegris de Castro al chaleco colorado de Evo, de la guerrilla en los bosques a la obtención del poder mediante la votocracia, para, una vez conseguido, terminar con la democracia. En esta tesitura, incluso hay imbéciles que defienden el cultivo de coca, dado sus múltiples usos. De este modo están consiguiendo hacer realidad aquel remedo de Marx: la religión no es el opio del pueblo; es el opio lo que se ha convertido en la religión del pueblo. Cualquiera que conozca Bolivia sabe que uno de los problemas más graves, no ya sociales, sino personal, de los bolivianos, es el uso excesivo de los derivados de la coca, un producto que, por una u otra vía, acaba idiotizando a quien abusa de él.

Por tanto, Bush pasará, Castro pasará (sí, se lo puedo asegurar), Morales pasará: lo que único que no pasará son los Reyes Magos.

Eulogio López