Warren Buffet es el peor de los millonarios: aquel que ha hecho su fortuna no produciendo algo, sino comprando y vendiendo. Buffet debe de ser el segundo hombre más rico del mundo, y comprende que eso implica una feroz responsabilidad. Por esa razón, ha decidido ofrecer al mundo perlas de su sabiduría, en este caso de ciencia inversora, aunque lo suyo ni es ciencia, sino prepotencia, ni es inversión, sino especulación. En plata, Buffet subasta almuerzos con su persona, una vez al año. El ganador de 2004, un singapuriense (ciudad financiera, una city, es decir, donde se vende y se compra mucho pero no se produce nada, ni bienes ni servicios) pagó 200.000 dólares por compartir mesa mantel, y rogando para que el grupal almuerzo anglosajón conllevara postre y café. Se llama Jason Choo, vaya usted a saber por qué, y confiesa que apenas habló de economía con el gran hombre. Lo que le interesaba era conocer su temperamento. Lógico, ¿no creen?

Naturalmente, Buffet es un filántropo. Figúrense si lo será que es uno de los donantes más caracterizados de las campañas de despoblación de Naciones Unidas: contracepciones y esterilizaciones masivas para los pobres, esos seres que, poco superiores a las bestias, no hacen otra cosa que copular. Si en lugar de perder el tiempo en el tálamo se dedicaran a invertir en Wall Street, pues no les sucedería eso.

La subasta del almuerzo con Warren, la realiza la famosa casa de subastas por Internet eBay, una empresa tan moderna que Buffet no la entiende. No es broma, lo único sensato que he escuchado en mi vida de labios del hombre más rico del mundo ha sido aquello de que no invirtió en empresas de Internet porque no las entendía. Eso sí es temperamento, pero la única muestra del mismo que puedo ofrecerles.

EBay es otra empresa muy constructiva. Por ejemplo, hace un par de meses puso en pública subasta una hostia consagrada, que algún cretino se había guardado en el bolsillo en lugar de ingerirla, atragantarse y caer fulminado entre feroces estertores (es sólo una idea). La empresa eBay tuvo que retirar la oferta, y esperemos que haya devuelto la forma.

Pero al plato le faltaba un hervor. ¿Dónde creen ustedes que van a ir los esperemos que más de 200.000 dólares (sí, probablemente muchos más: recuerden que cada minuto que pasa nace un imbécil) del almuerzo Warren de este año : pues a un fin filantrópico, como no podía ser menos tratándose de un tipo que está forrado de dinero. Así, el hombre que posee unos cuantos miles de millones de dólares, donará esos algo más de 200.000 a una Iglesia de San Francisco dedicada a los sin techo.

Porque Warren Buffet es un tipo lo suficientemente solidario como para donar a los pobres 200.000 dólares, especialmente si los ha pagado otro, aunque le falta un ápice de caridad para sentarse a almorzar con cualquiera de sus semejantes sin necesidad de subastar su presencia. En el mundo económico esto no sucedía. Entre otras cosas porque producir es algo que no suele hacerse comiendo. Lleva su tiempo y, además la clave del éxito en el mundo económico no se basa en el secreto, sino en el experiencia y el trabajo continuo. Sin embargo, el éxito en el mundo financiero, en la compra-venta continúa, donde lo único que se vende es tiempo, depende de la información y de la acumulación. De la información confidencial y de la acumulación de dinero. Triunfar en el mundo financiero es fácil a partir del millón dólares. Hasta entonces reconozco que intervienen factores que pueden representar un mérito o, al menos, fortuna, pero desde ese escalón hacia arriba todo está chupado. Los mercados financieros dependen del azar, ciertamente, pero el riesgo disminuye mucho para un multimillonario, entre otras cosas porque es él quien se convierte en creador de mercado. Dinero llama a dinero, pero es lo mucho a lo poco.

Buffet fue listo hasta el millón de dólares, a partir de ahí, cualquiera puede conseguir hacer 1.000 millones, en especial en un mundo dominado por la especulación financiera. A partir de ahí se ha convertido en lo que es: un tipo que subasta almuerzos con su persona: un perfecto hortera.

Con lo bien que se almuerza en casa.

Eulogio López