El barco se hunde. Las dificultades arrecian sobre todo desde el pulso lanzado por Maragall y su triunvirato al resto del Estado. Es sabida la mala relación entre el líder socialista catalán y los barones socialistas. Bono insiste en que Cataluña no es una nación e Ibarra y Chaves se echan la mano a la cartera cada vez que el tripartito habla de déficit fiscal o financiación autonómica.

Pero la guerra se ha desatado. Y algunos, como el Secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, han abandonado el barco. Por las malas relaciones con Ferraz, dice. Puede. Porque Solbes arremetió el pasado martes duramente contra Rubalcaba. El portavoz parlamentario había señalado al PP que habría sorpresas en los presupuestos porque mucha inversión iba a ir al Levante por las desaladoras y al Noroeste por el déficit de infraestructuras. Se invertirá en el Mediterráneo, y en el Noroeste y en el resto del Estado, señaló un molesto Solbes que ofreció una teórica sobre lo malo que era tratar de territorializar las inversiones. Primera en la frente.

Pero hay más. Solbes también aprovechó la presentación de las cuentas públicas para arremeter contra el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, quien hace unos meses amaneció con su propuesta de prejubilar funcionarios. Los PGE no contemplan ningún plan de prejubilaciones de funcionarios, aunque es importante analizar la modernización de la administración pública, siempre desde un ámbito global, apunta el ministro.

Y ya puestos, Alonso por Interior y Aguilar por Justicia se encuentran muy molestos por el agravio comparativo que supone que los militares tengan subidas importantes de sueldos y el resto de funcionarios se ajusten al IPC. Solbes trata de mediar en la bronca afirmando que se ha hecho el esfuerzo que cada uno requería. Y más: el ministro de Economía vincula la subvención de 570 millones a RTVE a que el Ente presente un plan de viabilidad, despidos incluidos, claro. Los sindicatos están que fuman en pipa.

Pero la bronca más monumental la ha protagonizado el presidente de la comisión constitucional en el Congreso, Alfonso Guerra. Sin citar a Zapatero, Guerra apuntó que gobernar bien es muy difícil, sobre todo una vez que se dicen cosas cuando uno no se cree que va a gobernar, y luego, se gobierna y es muy difícil cumplirlas. Vamos que la semana estatutaria ha hecho saltar el difícil y débil equilibrio de poderes socialista.