En el Consejo se discuten las cuestiones, y hay veces en que hay gente que no está de acuerdo, pero luego se les convence. El consejero delegado, Alfredo Sáenz, afirma que la riqueza de la City londinense se pega, igual que se pega la pobreza. 2004 fue un buen ejercicio del SCH, tras los desastrosos años 2002 y 2003. Las comisiones continúan siendo claves. Cada uno de los 2200 prejubilados del Santander le ha costado a sus accionistas 240.000 euros. En medio de rumores sobre Luzón ascendido a vicepresidente y Cendoya a secretario general, Botín afirma que no habrá cambios.

Hace dos años, y tras una maratoniana reunión en una finca rural de mucho postín, reunión en la que participaron Emilio y Jaime Botín así como los fieles a la familia, don Emilio decide despedir a Luis Abril Pérez, entonces director general de Relaciones Externas del Santander Central Hispano (SCH). En teoría, se trataba de despedir a un directivo que conspiraba contra don Emilio (falso). En la práctica, Emilio Botín lanzaba una campaña para hacerse con todo el poder en el banco, expulsando a José María Amusátegui, seis meses antes de lo previsto. La impaciencia no es una virtud, pero esa sí es una característica de los Botín. El golpe de mano consistía en demostrar que Botín podía imponer su criterio a Amusatégui y Corcóstegui cesando a uno de sus hombres de confianza.

Pues bien, inmediatamente antes de comenzar ese trascendental Consejo, Emilio Botín hizo un aparte con el copresidente José María Amusátegui y con el consejero delegado Ángel Corcóstegui para advertirles lo siguiente:

-Voy a echar a Luis Abril. Y si os negáis, solicitaré una votación.

Y no se negaron. Entre otras cosas, porque el Santander contaba con un consejero más que el Central Hispano y habría ganado. Así que, por unanimidad, Abril fue expulsado. Naturalmente, cuando alguien cede en cara ajena, acaba siendo abofeteado en la propia. Meses después, Amusatégui se veía obligado a abandonar la Presidencia del SCH, aunque salió mejor parado que Abril (para ser exactos, 44 millones de euros mejor parado) y un año después, Corcóstegui (110 millones de euros todavía mejor parado).

Por eso, cuando a mediodía del viernes 25 de febrero, Emilio Botín afirmaba que no recordaba ni una decisión que en el Consejo del Santander Central Hispano (SCH) no se haya tomado por unanimidad, lo que había sido una estrategia de campaña se convertía en ciencia económica. Botín aclaró a una periodista que le preguntaba por la cuestión que en el Consejo (de Administración del Santander) se discuten las cuestiones y hay veces en que hay gente que no está de acuerdo, pero luego se les convence. En ningún momento, y esto debe quedar claro, advirtió Botín que entre los argumentos para llegar al convencimiento se amenazara a nadie con romperle las piernas, pero la doctrina está clara: un Consejo de Administración toma las decisiones por unanimidad, lo que implica que si no hay unanimidad no hay decisión.

La verdad es que la unanimidad es la práctica habitual de los consejos de Administración, cuyos vocales no dejan de ser un apéndice del presidente ejecutivo, al menos en España.  

Y el asunto, naturalmente, tenía su enjundia, por cuanto uno de los argumentos de Emilio Botín en el caso de las indemnizaciones, que ahora se ve en la Audiencia Nacional, fue ese: que el Consejo de Administración del SCH había aprobado, por unanimidad, las indemnizaciones de Amusátegui y Corcóstegui, por unanimidad. El Gobierno de las grandes corporaciones ha avanzado un paso más, al menos hacia su clarificación.

Por cierto, Botín insiste en que el juicio no ha afectado al banco, y como prueba del nueve exhibe la evolución de la cotización. Y es cierto que dada la labor realizada por el fiscal Fernando Burgos, todo un apoyo para el acusado, y la del juez ponente, Luis Antonio Martínez de Salinas, ni la acusación espera otra cosa que la absolución de Emilio Botín. Otra cosa es lo que ocurra en el Tribunal Supremo con el recurso que previsiblemente llegará y con las cesiones de crédito, un asunto de mucho más calado.

Por tanto, y aunque Botín lo niegue, lo cierto es que el mecanismo de sucesión ya está preparado por si hubiera que activarlo deprisa y corriendo ante una sentencia condenatoria (es lo que dice la ley, pero de forma tremendamente equívoca). Y la sucesora es la primogénita de Emilio Botín, actual presidenta de Banesto, Ana Patricia Botín, quien ha aprendido más de banca en el Español de Crédito que en sus años de viajar por el mundo para firmar grandes operaciones de banca de inversión.

Respecto a las cuentas del banco, hay que decir que 2004 ha sido un gran ejercicio en SCH, el primer gran ejercicio tras el más que regular año 2003 y el desastroso ejercicio 2002. Durante ese bienio, tanto el Santander como su principal adversario, el BBVA, tuvieron resultados penosos, que sólo su control de los medios informativos tradicionales logró disimular. Ahora sí, ahora SCH tiene unos márgenes adecuados y, en consecuencia, con juicios o no, la capitalización aumenta. A día de hoy, SCH vale, según Botín, lo que los dos primeros bancos alemanes y más que los dos primeros italianos. El SCH valía al finalizar el año 57.101 millones de euros. La adquisición del británico Abbey National ha marcado 2004 y lo ha marcado para bien. Según Botín, y probablemente esté acertado, sólo el norteamericano Citigroup y el angloasiático HSBC tienen una presencia global superior al Santander, porque éste opera en dos continentes y en tres monedas distintas (el euro, el dólar y la libra).

Como digo, un buen ejercicio. Alfredo Sáenz, el consejero delegado, sigue siendo un gran banquero, convencido de su frase favorita: A este negocio hay que venir aprendido. Sáenz, natural de Bilbao, ha dicho que desde la City (londinense) ves el mundo de forma distinta. Es como mirar al mundo desde un pueblo o desde la capital de la nación. La City es el centro financiero de Europa. Y ya lanzado, explicó el porqué: Es un entorno mucho más rico, y esa riqueza se pega, como se pega la pobreza

Por más que se empeñen Sáenz y Botín, estamos hablando de un ejercicio marcado por las comisiones. El SCH obtuvo 4.609 millones por comisiones, un 53% del margen de intermediación (y eso sin contar el dividendo). Que sean comisiones por servicios bancarios y utilización de cajeros o por gestión de fondos de inversión y de seguros, es lo de menos. Se trata de ingresos no financieros que prejuzgan una banca cada vez más cara. Y conste que no son estas las comisiones que irritan al consumidor, sino las más sencillas. Por ejemplo, el coste por una transferencia entre dos sucursales de una misma entidad o el de utilización del cajero de otro banco.

Las prejubilaciones constituyen otra característica clave del ejercicio 2004. 527 millones de euros es lo que ha costado echar a la calle a 2200 empleados de gran experiencia. Es decir, un coste per cápita de 240.000 euros.

Por lo que respecta a la cuenta de resultados, mejoran todos los márgenes. Iberoamérica (hace dos años, Alfredo Sáenz amenazaba con abandonar la Argentina) vuelve a ser un buen negocio (por cierto, en los papeles, el SCH habla de Iberoamérica, pero Sáenz se empeña en referirse a Latinoamérica).

El Abbey National es una entidad de 18 millones de clientes, de los cuales sólo 6 contratan más de un producto. Un banco dedicado casi en monopolio a las hipotecas, con 24.000 empleados, de los cuales el SCH va a echar a 3.000.

Más cifras. El SCH ha inaugurado la ciudad Santander, en la localidad madrileña de Boadilla del Monte. Quizás por la lejanía al hogar, los empleados de los servicios centrales repiten la cantinela antes muerto que en Boadilla. Pero Botín manifiesta que todos los trabajadores están muy contentos. Él mismo dispondrá en breve de campo de golf y ya tiene su piscina. Esta vez, y no como le ocurrió en la anterior sede de Canalejas, céntrica y clásica, no mojará a los empleados de la planta inferior con lamentables goteras que rompen el clima de trabajo de un banco serio.

En el exterior, Botín no renuncia a nada. El hombre para el que trabajan 126.488 personas, que abre cada día 9.973 oficinas, también tiene tiempo para la modestia. Esa virtud, no confundir con la humildad, es probablemente la que mejor adorna el carácter de Botín. Así, no ha tenido el menor empacho en reconocer que se equivocó cuando cinco años atrás cerró oficinas (cerró más de 2.000). Ahora, considera que el camino a recorrer es el contrario : abrir cuantas más oficinas, mejor. Y tampoco ha rechazado la idea de hacerse con el italiano San Paolo IMI (el mejor banco de Italia), del que posee un 8% y que constituye su mayor anhelo.

Curiosamente, Botín afirma que no habrá cambios en el equipo directivo. Y lo dijo en vísperas de una reunión de directivos y mientras en el banco se disparaban los rumores: Francisco Luzón sería ascendido a vicepresidente, el actual responsable de Relaciones Externas, Juan Manuel Cendoya, se convertiría en el nuevo secretario general y responsable de Recursos Humanos y no se cubriría la vacante dejada en el Consejo por Juan Abelló. Por cierto, según Botín, Abelló no informó sobre sus intenciones, y afirma que le pareció lógico. Sorprendente.

De la misma forma, y en medio de una barahúnda de rumores sobre un posible acuerdo con Total sobre Cepsa, Botín dice que no hay negociaciones.